Pedro Sánchez, en base a lo que decían todas las encuestas, desde la del CIS a la de El Mundo, esperaba que Andalucía le brindara un respiro de cierta entidad que le permitiría esperar, como mínimo al otoño del 2019, para convocar elecciones. Habría gobernado casi 18 meses.

No será así. El PSOE no ha tenido el ligero descenso de votos esperado y se ha esfumado lo de seguir gobernando gracias a una entente con Adelante Andalucía (Podemos).

Las causas del fracaso son varias: desgaste del PSOE-A, inmigración€ pero Pedro Sánchez -si no quiere que le pueda pasar lo mismo en las próximas legislativas- debe tomar nota. Un gobierno que quiere gobernar con éxito debe tener detrás una mayoría operativa. Y la llamada mayoría Frankenstein (PSOE, Podemos, PNV y los dos grupos independentistas catalanes) no lo está siendo.

La correcta política de desinflamación con Cataluña no sólo no está teniendo una respuesta positiva de los grupos catalanes (por maximalismo, por guerras intestinas, porque el próximo juicio a los presos lo contamina todo€) sino que no le permite gobernar. La prueba es que ERC y el PDe.CAT han anunciado que no votarán los presupuestos. O sea que la mayoría Frankenstein, que existió para echar a Rajoy, no sirve para votar los presupuestos. O sea que casi no existe, pero si es un arma poderosa de la derecha para acusar al Gobierno socialista de ser prisionero de los que quieren romper España y de negociar con ellos a través de Pablo Iglesias.

La traición consistía en que estaba haciendo un cambalache de favorecer a unos presos, culpables de un golpe de estado, por el sí a los presupuestos. Ni ha sido así ni podía serlo (la fiscalía no depende del gobierno) y los independentistas proclaman que no votarán los presupuestos, pero la acusación queda. Si no es cierta, es verosímil. Y tiene consecuencias negativas porque la ciudadanía comprueba que no se puede gobernar bien sin presupuestos y que intentar dialogar con el independentismo no lleva a ninguna parte. Siguen tercos con sus juguetes rotos que dicen que no están rotos.

Y ciertamente es difícil que rectifiquen, o suavicen posiciones hasta que se dividan de forma clara o pierda las elecciones, algo a lo que -paradójicamente- la desinflamación podría ayudar.

Sánchez está pues, tras haber apostado a una operación de alto riesgo, sólo ante el peligro. Como Gary Cooper. Y parece haber elegido el único tiro que le queda: presentar los presupuestos -mensaje de seriedad- y si los separatistas no los votan dejar patente que no es su prisionero y sacar las conclusiones. Elecciones en marzo o superdomingo en mayo juntándolas con las europeas, autonómicas y municipales. En estas condiciones aguantar hasta octubre sería temerario.

Pero podría pasar -Sánchez no debe confiar pero tampoco descartarlo- que al final el independentismo, asustado por Vox y el temor a un gobierno Casado-Rivera-Vox en Madrid, acabe votando los presupuestos. En esta hipótesis -poco probable porque el separatismo está prisionero de su fracaso y sus banderías- Sánchez gobernaría con presupuestos (o sea de verdad), habría demostrado que sabe 'domar' al tigre soberanista y podría llegar al último trimestre del 2019 presentando una labor de gobierno.

Y, pase lo que pase, Sánchez tiene un consuelo. En Andalucía el PSOE ha perdido, pero nadie ha ganado de verdad. Excepto Vox que ha pasado de la irrelevancia a 12 escaños y 377.000 votos.

El PSOE ha sido el gran damnificado porque se le han fugado 400.000 votos (muchos a la abstención) y junto a Podemos no llega a la mayoría absoluta de 55 diputados. Dato relevante: por primera vez la izquierda ha perdido con sólo el 44% de los votos frente a la derecha que toda junta llega al 50%. Lo único favorable es que si se aplicara la doctrina Rajoy le tocaría gobernar porque -pese al desastre- ha sido la lista más votada. Pero Casado ha matado a Rajoy.

Podemos -que soñaba con engordar cuando el PSOE adelgazara- también se ha pegado un batacazo porque ha perdido 282.000 votos. Pablo Iglesias y su candidata andaluza necesitan pues -como Susana Díaz- una cura de humildad.

El PP, sin ningún desgaste de gobierno, ha perdido nada menos que 316.000 votos y siete diputados. No es un buen resultado (es horrorosamente malo), aunque Casado sacara pecho porque Cs no ha conseguido el 'sorpasso' y -como cuenta como propios los doce diputados de Vox, lo que es un arma de doble filo- cree que podrá obligar a Cs a una coalición con Moreno Bonilla (el candidato del PP) de presidente. Pero el sueño de Casado puede acabar siendo un castillo de naipes.

Por el contrario, Cs sí que, al menos en parte, ha ganado en Andalucía, al haber subido 290.000 votos (26.000 menos de los que pierde el PP). Pero el éxito de Cs se ha estrellado contra algunas cosas. No ha logrado el 'sorpasso', lo que hace que no se pueda presentar en España -era su objetivo- como el líder revelación del primer partido de la derecha. Además, la posibilidad de tener la presidencia andaluza es difícil. ¿El PP y Vox votarán a un candidato que no es el primero de la derecha? ¿Se supeditará Rivera a un pacto -sin presidencia- con el PP y Vox? La reacción inmediata y contraria de Manuel Valls puede ser una pista sobre lo que piensan muchos electores de centro. Rivera no tiene una papeleta cómoda. Supeditarse a un pacto con Casado sería amargo. Con Casado y Vox...

La extrema derecha ha tenido un gran éxito con sus 377.000 votos más. Pero su triunfo es sólo el de la protesta anticonstitucional (o casi) si no logra condicionar el gobierno de Andalucía. En todo caso para la derecha es un mal negocio. De cara a las elecciones españolas no serán ya sólo dos sino tres a competir. Parece un mal escenario, pero Aznar dice que no. Sus razones tendrá€

¿Qué va a pasar ahora en Andalucía? Mucho dependerá de la inteligencia del PSOE y de la voluntad de Rivera. Si el PSOE calcula bien y acepta que no puede gobernar -salvo con la aventura de una repetición electoral que Susana Díaz tampoco puede garantizar-asegurar- lo mejor que podría hacer es votar la investidura de Juan Marín, el candidato de Cs, para evitar que la extrema derecha condicione Andalucía. Se necesitaría también la abstención de Podemos -que no votara en contra junto al PP y Vox- e Iglesias ya se ha abierto a esta posibilidad. Pedro Sánchez rompería además así la peligrosa polarización izquierda-derecha que se está incubando en la política española y abriría el abanico de posibilidades de futuro.

¿Qué ganaría Rivera? La presidencia de la Junta de Andalucía que necesita para vender algún éxito real, gobernar (eso si negociando cada día) la primera comunidad autónoma de España, no quedar prisionero del pacto PP-Vox y poder presentarse en España como una opción de centro pragmática, capaz de gobernar con la derecha o con la izquierda como durante muchos años hicieron los liberales alemanes del FDP. Pero también tendría costes. El agit-prop de la derecha, que a veces le ha mimado, le calificaría de traidor y sería acusado de la totalidad de los pecados del universo. Se podría cerrar así la puerta a ser el líder de toda la derecha.

¿Mirará Sánchez al futuro con inteligencia imponiéndose a Susana Díaz? ¿Qué decidirá finalmente Rivera si tiene que elegir -a pocos meses de las generales- entre pactar con PP y Vox o aceptar los votos del PSOE para gobernar Andalucía?

Seguramente tardaremos en saber el resultado. Primera pista: la elección del presidente del Parlamento andaluz el próximo día 27.