Cinco mil valientes recorrieron las calles en la Zurich Maratón Málaga que se celebraba este domingo, bastantes más que el año pasado. Parece que la baja participación sólo afecta a la política, que una semana antes dejaba en casa al 42% de votantes, nada menos: a un uno por ciento por cada kilómetro de maratón. No me extrañaría que alguno estuviera en la carrera del domingo, seguro que le parecería más alentador correr la maratón hasta el final, que andar sin meta alguna cien metros hasta las urnas. Y es que, a diferencia de lo que pasa en política, en una maratón hay uno que llega primero, pero todos los que llegan detrás también vencen.

Cinco mil maneras distintas de ganar avanzaban anteayer por Málaga. Arrancando como manada en estampida por el Paseo del Parque, jaleados por gritos de ánimo que sus voces internas corearían todo el camino, venciendo obstáculos y al desaliento. 42 km que empezaban con unos pocos metros atravesando la provincia entera, representada en los puestos de La Feria Sabor a Málaga que otro año más cerró con éxito su también larga carrera, con la que nos acercan maravillosos, lejanos y exóticos productos autóctonos.

Cinco mil personas corrían el domingo en busca de su merecido orgullo y recompensa, saldando cuentas con su autoestima y miedos, cinco mil historias sobre la carretera, corriendo, trotando, al paso, dejando sobre el asfalto su particular lucha, formando un escaparate colorido de superación, donde se vieron desde superhéroes en sillas de ruedas, hasta gente disfrazada de personajes de Marvel; aficionados y profesionales de distintos lugares compartiendo espacio, esfuerzo, hasta quedarse exhaustos, como Eliud Kibet, que yendo segundo a metros del final, terminó cuarto por un mal tropiezo, en un desafortunado guiño a las pasadas elecciones. Se siente segundo, dice. Primero, diría yo, en una maratón todos acaban primero.