La poesía como desnudez

Cuando la vida te cierra una puerta, te abre una ventana. Cuando te priva de una facultad, una situación, etc., te abre un nuevo camino que no estaba previsto en tus mejores sueños. Esta es mi experiencia.

Me explico: «Después de mi separación, una amiga me invitó a asistir a una tertulia literaria. Aunque me creía una nulidad en este sentido, como me aburría durante la semana, le dije que sí y así empecé a hacer mis pinitos poéticos. Al principio, los tertulianos se reían de mis composiciones y a mí me molestaba bastante. Pero, más que un estímulo para abandonar, esto significó una motivación para seguir. Hasta la fecha, habré recibido unos 30 premios literarios. Pero hubo uno que me abrió los ojos ante el servicio público que la poesía puede realizar.

Este premio tan valioso fueron unas palabras de gratitud de una amiga a la que, semanalmente, le mandaba mis poesías. Me dijo que una de ellas le había salvado de una depresión. Yo le pregunté a qué poesía se refería. Y ella me nombró una de la cual me acordaba. Me dijo lo que ella había interpretado, pero esto distaba mucho de lo que yo había querido decir. Pero me callé. Le dije que sus palabras eran el mejor regalo que me podía hacer». Después, en casa, pensé: «La poesía no se escribe para que gane premios, ni ayude a nadie. La poesía se escribe porque es un desahogo casi egoísta».

El valor está en lo que el otro interpreta. Yo creo que la sinceridad es una cuerda que al cimbrearla, nos hace vibrar a todos en ese tono. Y es un logro desnudarse de esa manera sabiendo que te van a ver.

Y como dijo un músico hindú:»El mejor músico no es el que toca más notas por segundo, sino aquel que hace vibrar a más personas».

Venancio Rodríguez SanzMálaga