Situaciones como la que presenta el escenario político andaluz en estos momentos me reafirman en el pensamiento de Kant de que no vemos las cosas como son, sino que las vemos como somos. El caudal del estado de ánimo andaluz en estos momentos se desborda a raudales por todas sus riveras. Una parte de los andaluces está triste y atribulada, otra parte está exultante y gozosa, y el resto, menos uno, hasta la totalidad de todos los andaluces, está sumido en un estado de alelamiento severo por los resultados de los últimos comicios. El panorama dimanante de las urnas del pasado día dos ha afectado tanto al cerebro de esta parte de andaluces que, entre ellos, pareciere haberse declarado una epidemia de amimia en tono mayor que los ha privado de toda su capacidad gesticular y de expresión mediante los gestos. Una parte de Andalucía luce amímica.

De entre ellos, el único que no se ha visto afectado, al que me he referido en el anterior párrafo, es mi amigo Arturito, que, anteayer, mostrando un vivo interés por las mismas, me llamó para preguntarme cuándo eran las elecciones autonómicas de Andalucía... El proverbial despiste de Arturito esta vez ha jugado a su favor. Angelito, es tan tierno...

Como contrapunto de los diferentes estados de ánimo de los andaluces, los líderes y lideresas políticos que cruzaron sus floretes discursivos mientras esparcían su luz y sus luces pretendiendo alumbrarnos al respetable durante la campaña electoral, todos están felices. Cosa absolutamente lógica, porque todos han ganado. Cada uno a su manera, claro está...

La verdad es que vista la luz mortecina envuelta en sombras y las cortitas luces con las que los candidatos, todos, pretendieron alumbrarnos durante la campaña, uno comprende la lamentable actitud ovante de todos ellos, uno a uno. Para mí, visto lo visto, es más que obvio que ninguno de los candidatos letricidas que han recorrido Andalucía vociferando verdades a medias y andróminas completas conocía el criterio de Lin Yutang, el novelista chino, en cuanto a las dos formas de alumbrar instruyendo: hay dos formas de difundir la luz, decía: ser la lámpara que la emite o ser el espejo que las refleja. La campaña de todos y cada uno de los candidatos ha estado más que sobrada de ausencia de lámparas, de espejos, de luz y, sobre todo, de luces.

En poco más de dos semanas tendremos nuevos viejos humos en forma de cumulonimbos de falso algodón de azúcar inflado de propuestas, sobre la mesa del trile que decidirá la estructura de gobierno que regirá el destino de Andalucía durante los próximos años. Y a partir de ahí, todo volverá a empezar. Ya sabe, leyente amigo, begin the beguine... Otra vez todos volveremos a ser el reestreno de la vieja nueva historia de siempre.

--Hacienda y Cultura, como pretendes, lo siento, no puede ser..., pero te la cambio por Turismo y Deporte o por Deporte y Turismo, como tú prefieras, más la presidencia del Parlamento. Y, además, te regalare un peine, para que siempre salgas bonico/a en la foto...

Confieso que aun caricaturizando humorísticamente los hechos para expresarlos, me molesta el pensamiento: me imagino al próximo consejero de Turismo inmediatamente repitiendo la jugada de correr la banda del estadio turístico con la valentía de siempre, la del ignorante que aún no sabe que no sabe o, lo que es peor, con la insensatez de siempre, que, aun sabiendo que no sabe, lo empujará a parapetarse, a modo de vocero, tras el atril mayor del mentidero propalador de remiendos de posverdades apuntaladas con adverbios concatenados que no significan nada. Por cierto, llegado a este punto y puesto a imaginar, propongo que nuestro próximo consejero de Turismo sea una consejera. Seguro que nos va mejor...

Hasta que todo ocurra, sugiero prestar especial atención a mantenernos serenos, relajadamente tumbados, cada uno donde estime oportuno, pero procurando asegurarnos la postura decúbito supino, por si hubiéramos de mantenernos a la espera sine die. Caer en la tentación de adoptar la postura decúbito prono podría despertar algunas depravadas intenciones concupiscentes de pecado nefando, que no han sido pocas las veces que la posturita de marras ha llamado a malentendidos entre las partes, con el denigrante perjuicio y deshonra para una de las partes. La misma siempre, claro...

Por ello, paciente lector, insisto, durante la espera, mejor decúbito supino... Hágame caso.