No, no me he equivocado y el I no sobra, sino que estamos ya preparando, casi, el fútbol del siglo que viene... En Kigali, la capital de Ruanda, ya dejadas atrás las horrendas matanzas entre hutus y tutsis, se desarrolló hace un mes el último Consejo de la FIFA, donde los 37 miembros del mismo han estado preparando el futuro del fútbol, aunque bien es cierto que no con la total unanimidad que sería deseable. Y es que ser unánime cuando hay tantos intereses diversos, encontrados o enfrentados no es tarea fácil. Justamente, el mismo día 26 de octubre se conmemoró el 155 aniversario de la creación del fútbol moderno, ese día de 1863, en la Free Mason's Tavern, en el Covent Garden de Londres.

Es ya un comienzo de ideario el que el fútbol, casi como se conoce hoy, se creara en la «taberna del libre masón», dando muestras de la independencia del deporte respecto de otros ámbitos de la vida. Pero eso no fue sino una coincidencia. Lo que sí acaeció fue que los dos deportes de pelota, el rugby y el fútbol se separaron definitivamente, optando algunos por utilizar los pies y otros por las manos. Además de ello, se adoptaron las primeras reglas del fútbol y se creó la Federación Inglesa, la famosa FA. Ese día es pues clave en el balompié y parece que pueda serlo para su futuro, porque en Kigali comenzaron a cimentarse los cambios que se avecinan y que pueden modificar la estructura futbolística. Así, y solo para comenzar, ya se aprobó que la Confederación Africana de Fútbol, la CAF, haga su Copa de África en junio y julio y ya no en los complicados meses de enero y febrero, cuando privaba, sobre todo, a los equipos europeos de sus mejores jugadores de aquél continente. Desde 2023 se jugará en el verano del hemisferio norte y no habrá que llorar la falta de jugadores africanos en esos meses.

Pero, aparte de esto y de otros temas como el aumento de los premios económicos para el fútbol femenino, gran estandarte de este siglo XXI, se comenzaron a tratar los cambios competicionales. Y es que la FIFA pretende crear dos nuevas competiciones, una de clubes y otra de selecciones, con el fin de «mundializar» más aún si cabe el deporte-rey. Ahora bien, no va a ser tarea fácil, aunque los 23 mil millones de euros que ha puesto, o va a poner, sobre la mesa el presidente de FIFA para ambas competiciones, que se pretenden comenzar en 2021 y para los 12 años siguientes, parecen razones de mucho peso.

Se sabe que la competición de clubes, 24, siendo 12 del continente europeo, es un macro mundial, que eliminará al actual mundialito de clubes, con el que se pretende llevar a cabo una adecuación a la modernidad y a la necesidad de que los mejores compitan entre sí.

Pero la UEFA no parece muy dispuesta a que su Champions League pierda prestigio y dinero, porque cree que podría ser una competencia directa de aquélla. Creo, sin embargo, que podría perfectamente funcionar el binomio entre ambas y permitiría una mayor confrontación entre continentes. Es cierto, también, que los jugadores podrían estar pidiendo más descanso y que no se inflara el número de partidos. Y es que, además, habría que añadir los partidos de una especie de Copa de Naciones, a semejanza de la que acaba de iniciarse en Europa, pero para todo el mundo.

Muchas competiciones que, al margen de la competencia que podría existir entre las de la UEFA, deberían hacer pensar en aligerar los campeonatos locales, con un máximo de 16 equipos? Pero, con la iglesia (los clubes) nos hemos topado y veo complejo que se pueda llevar a cabo esa reducción. Además, la UEFA pretende crear un tercer título europeo, lo que añade más pimienta a la comida futbolística.

En definitiva, estamos ante una época de revoluciones varias, con un fútbol joven (aunque con 155 años) pero con las tiranteces lógicas sobre la detención del poder y del dinero del mismo... Veremos lo que nos depara el muy próximo futuro. Y, aguardando a éste, recomiendo el último libro de Ricardo Piglia «Los casos del comisario Croce». Que lo disfruten.