Gracias a la globalización, a la explotación de su inagotable mano de obra y al puro afán de lucro de unas multinacionales que lo hacen producir todo allí, China va camino de convertirse en la nueva superpotencia.

Una superpotencia que parece haber encontrado la fórmula perfecta para el crecimiento económico: un capitalismo puro y duro, que ha permitido emerger una importante clase media, unido a una notable ausencia de libertades políticas.

Desde que Deng Xiaoping emprendió a partir de 1978 la nueva vía de reformas económicas, dejando atrás la planificación centralizada, China ha registrado un crecimiento espectacular, del que han salido empresas punteras, capaces de poner nervioso al Gobierno de Washington.

No puede interpretarse de otro modo la orden de arresto cursada por EEUU contra la directora financiera del gigante chino de alta tecnología y telecomunicaciones Huawei, detenida en Canadá, y cuya extradición solicita ahora Washington.

No está del todo claro el motivo de la detención: se acusa, por un lado, a la empresa de violar las sanciones universales estadounidenses contra Irán mientras que, por otro, se dice que puede haberse dedicado, como tantas otras empresas chinas, al espionaje industrial .

Parece que asistimos a una auténtica guerra fría entre los dos países en torno a la tecnología del futuro y en especial las redes de telefonía móvil de quinta generación, que impulsarán el "internet de las cosas": la interconexión digital de los objetos de uso cotidiano o doméstico.

Huawei no sólo se ha convertido ya en el segundo fabricante mundial de teléfonos inteligentes sino que ha ganado cada vez más cuota de mercado en la expansión de las redes de acceso de la próxima generación.

Preocupado por ese éxito, Washington está ya presionando a otros países, entre ellos los europeos, para que no contraten la última tecnología del gigante chino con el argumento de que ninguna red estará segura frente al eventual espionaje de Pekín.

Pero hay también otras cosas que preocupan cada vez más a unos Estados Unidos acostumbrados a dominar militarmente el mundo como son las fuertes inversiones de Pekín en la expansión de sus fuerzas armadas, sobre todo en el mar del Sur de China

Y también por supuesto la económica en todo el mundo con proyectos de infraestructuras gigantescos como el llamado "Cinturón y Ruta de la Seda", que conectará a Asia con Europa, el Levante y África y que involucrará a sesenta países.

Muchos de esos proyectos, como los que lleva ya a cabo China en el continente negro, dependen no sólo del capital de ese país, sino también de su tecnología y sus empresas tanto para la construcción como para el mantenimiento de las infraestructuras.

Dependencias que, según sus críticos, volverán a los países receptores de la ayuda china vulnerables a eventuales presiones de Pekín.

Claro que ¿no hace otra cosa EEUU con los países que no quieren romper sus vínculos comerciales con Irán y acatar las sanciones unilateralmente dictadas por Washington?