La nieve pesa más que los sueños, con los que a veces imaginamos paraísos. Y rodeado de esos copos blancos que refrescan el alma y endulzan los ojos, rebusco en la alforza de mis recuerdos para despertar un lunes esperanzado.

El malagueño Isco ha estirado su cuerpo al compás de un alma grande hasta levitar sobre el césped sin que le pese nada. Juego ágil, de cara, a uno o dos toques, o regate hacia delante y desmarque rápido para recibir y ponérsela sutilmente al compañero en ventaja u hollar la red como si nada. Entorno los ojos y pienso que Andrés Iniesta ha retornado veinteañero y merengón.

Marco Asensio ha logrado pegarse el balón a la bota para conducir con seguridad y peligro directo. Y la antigua rapidez hacia cualquier sitio se ha tornado productiva. Goles y asistencias inapelables. Gordillo y Míchel, aquellos celebrados socios futboleros, se han fundido en un futuro balón de oro.

Gareth Bale ha cambiado cristal por acero y corriendo la banda izquierda rompe cualquier defensa o partido con pases de la muerte y goles. Paco Gento cabalga de nuevo. Karim Benzema pisó más barro y menos moqueta y las enchufa con regularidad. Amancio ha vuelto gabacho.

Un error en la partida de nacimiento de Lionel Messi confirma que el argentino tiene diez años menos. Maradona, Kubala y Cruyff vestirán un decenio más la zamarra azulgrana cuan futbolísima trinidad.

El FC Barcelona entiende que el fútbol es más importante en España y en el mundo que la pajiza generalidad independentista y sus laceros. Los azulgranas recuperan tanta deportividad como nobleza y vuelven a enganchar a todos sin reservas.

Florentino Pérez y Cristiano Ronaldo se arrepienten ante la soflama de un antiguo predicador: ¡«Arrepentíos, pecadores»!, se piden perdón mutuamente y el luso vuelve a Chamartín en el mercado de invierno. El Madrid gana otra Champions, Pérez iguala a don Santiago Bernabéu y el archigoleador logra su sexto Balón de Oro.

Diego Pablo Simeone cambia el percal por la seda y logra enjaretar su anhelado buen juego. El Atlético gana enamorando, logra otro doblete y el joven Miguel Ángel Gil Marín emula a su padre con un desfile madrileño acolchonado, aunque sin faroles, enanos ni caballo.

Y así continué soñando hasta evaporarme. Despertar fue lo peor. ¿Cómo demonios pueden ocurrir esas cosas? Pero lo malo es que ocurren. No los sueños, sino las realidades. ¿Cómo pueden ser así con las magníficas condiciones que tienen? No quiero reiterarme, así que les dejo a ustedes su calificación; figurillas, soberbias, edades, política, estilos traperos... ¡Qué penas más grandes!