Dejó dicho Karl Barth en su obituario que no estaba seguro si los ángeles recurrirían solo a la música de Bach para dirigirse a Dios o quizás «en famille» también irían de la mano de Mozart. El pasado lunes, en el inolvidable Concierto de Navidad que organizó Yolanda Galeras, la presidenta de los Amigos de la Música de Marbella, estuvo Gorka Plada. El jovencísimo pianista andaluz tocó el cielo. Voló en estado de gracia y con valiente y agradecida humildad por las alturas donde incluso los ángeles del teólogo de Basilea no se hubiesen atrevido.

Recordé otro concierto de Gorka, también en Marbella. Tenía entonces 9 años. Ahora, cinco años después, el joven genio de El Puerto de Santa María, ciudad de navegantes y prodigiosos vinateros que fuera cuna del maestro Rafael Alberti, como ahora ya lo es de Gorka Plada, nos recordó que la grandeza humana tiene sus eclosiones, sus momentos sagrados. Y que son ellos los que nos permiten medir las galaxias entre las que navegan los ungidos por antiguos dioses, como lo fueron los compositores del concierto de Gorka: Beethoven, Schumann y Rachmaninov. Fue un inmenso privilegio el poder asistir a ese deslumbrante recital, ya en puertas de la Navidad.

Voló alto el joven pianista. Y se dejó a un lado prudencias y cautelas para adentrarse con brío y valor en laberínticos y peligrosísimos virtuosismos que hubieron alterado el pulso de más de un veterano pianista.

Simplemente nos quedamos sin adjetivos. Sin atrevernos a utilizar esas palabras que siempre se suelen quedar cortas a la hora de evocar aquello que roza lo mágico. Como fue ese concierto.

Y debo por ello dar respetuosamente las gracias a los que hicieron posible el peregrinaje triunfal de Gorka Plada al reino de la Santa Cecilia de Roma: sus padres y su familia. Y sus años en el conservatorio de Jerez. Y sus clases de piano con María Jesús Durán. Y las enseñanzas de Marcel Baudet en la Escuela Yehudi Menuhim. Sin olvidar las huellas de las espléndidas clases magistrales de Robert Levin, Cordelia Höffer, Paul Roberts, Ángel Sánzos y Claudio Martínez Menher.

Y como no podía ser menos, di las gracias una vez más a aquellos que hace ya casi medio siglo fundaron en Marbella la providencial Asociación de los Amigos de la Música. Empezando por su fundador y presidente de honor, el que fue uno de los más grandes pianistas de todos los tiempos. Don Arturo Rubinstein.

Gracias, Gorka, Maestro.