Cuando chico, pensaba que el año 2019 era ciencia ficción. Hay novelas donde el año 2010, por ejemplo, es un futuro muy lejano. En la distópica Farenheit 451, de Ray Bradbury, sin ir más lejos. Aunque es verdad que fue escrita en 1952. La trágica y futurista película Soylent Green (Richard Fleischer, 1973), que aquí se llamó Cuando el destino nos alcance, transcurría en el año 2022. Basada en una novela de Maxwell Dempsey titulada Hagan sitio, hagan sitio, escrita en 1966, mostraba un futuro superpoblado en el que los seres humanos se estorbaban y los cadáveres desaparecían al tiempo que se producían nutritivas galletas. Cuando pasado mañana le demos la bienvenida al año 2019 eso, menos mal, no estará pasando. Otras cosas sí.

Futuro

Tampoco habrá camiones de bomberos rociando gasolina para quemar los libros escondidos en los sótanos, como en la novela de Bradbury. Pero algunas cosas sí parecerán ciencia ficción hecha realidad. Caminar por la calle mientras hablamos con absoluta normalidad con alguien que no camina a nuestro lado y que esté de vacaciones en Vietnam y lleve una novela de ciencia ficción en la mochila, quizá El Juego de Ender (Orson Scott Card, 1985), por ejemplo, sí es algo a lo que nos hemos acostumbrado con una facilidad que nos da vértigo a quienes ya éramos adultos cuando no existían los teléfonos móviles, y menos los smartphones. Sin embargo, en esa novela también llevada al cine existe una especie de Internet, aunque no se llame así, que hoy la realidad ha más que superado. De todas formas, si hay algo de ciencia ficción que se ha hecho realidad, sobre todo para quienes nacieron hasta hace poco más de cuarenta años, es que alguien presidirá la Junta de Andalucía, por primera vez en la Historia, sin ser del PSOE...

Colgados

Nuestro mundo global mezcla futuro y pasado en un batiburrillo no fácil de digerir. Aquellas calles bajo la lluvia por las que pululaba una multitud de habitantes de gran diversidad racial, de gente que se comunicaba con una lengua mezclada de raíces gramaticales occidentales y asiáticas que planteaba la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982) hoy ya no son ciencia ficción. Tampoco lo serán en breve, a este paso tecnológico, los replicantes que la protagonizan. La estética de Blade Runner ya planteaba un mundo que amalgamaba mixturas del pasado y el futuro. Ayer leí en La Opinión que unos tipos se habían comido un mono precisamente en Vietnam, uno de esos que los turistas malagueños, por ejemplo, suelen fotografiar en visitas programadas. Lo hicieron porque algunos siguen creyendo en que las vísceras, en este caso el cerebro, y otras partes de determinados animales tienen propiedades mágicas, como por ejemplo la de evitar la impotencia, claro. ¿Hay algo más mágico que eso?, pensarán algunos (y algunas). Esa creencia anclada en el pasado, casi salvaje, se mezcla con el futuro, hoy ya el presente, cuando, como hicieron esos tipos, lo grabaron todo y lo colgaron en Facebook...

Langur

El mono en cuestión era un langur, un espécimen en peligro de extinción. Ojalá los responsables se enfrenten ahora a las consecuencias de su sangriento capricho de egoístas potentados, de furtivos más descerebrados que terminó el mono. Como el langur, el futuro también está en peligro de extinción, cada vez más convertido en presente. Como también, lo más sorprendente, vuelve a ser presente el pasado. La irrupción de Vox, por ejemplo, en el arco político español, no es sino un recurrente pasado que vuelve por el fracaso de quienes pretendían saber administrar el futuro. La hemeroteca dirá que la primera vez que la extrema derecha se asomó a las instituciones democráticas españolas lo hizo con fuerza (400.000 votos y 12 escaños en el parlamento andaluz) y ocurrió -ya es presente y por lo tanto ya es Historia- cuando gobernaba el PSOE en el país y, como siempre hasta ese momento, en Andalucía...

Futuro

Pero, como se ha dicho por algunos de quienes estudian sin partidismo la sociedad, los 400.000 votantes de Vox en Andalucía ni son necesariamente fachas ni comparten todo su ideario. De la misma manera que, cuidado, muchos que aún no han votado a Vox sí comparten alguno de sus postulados. En un suelo social que ha ido rebosando de incorrección política en determinados temas sensibles ha sabido Vox echar la caña. Se identifica a Vox con la ola de partidos radicales por la derecha que han ido pillando cacho en Europa. Se mete en ese saco ideológico incluso a Trump (aunque quizá ni Trump sabe qué piensa Trump). Pero los partidos a la derecha de los populares europeos, la llamada derecha populista (al igual que los nacidos a la izquierda de la izquierda) ya estaban ahí y aún en España no habían emergido, excepto por la izquierda morada -que al principio no parecía un partido de izquierda más, sino una herramienta regeneradora de un sistema esclerotizado y amenazado por la corrosión interna-. El pasado y el futuro ya son presente. 2019, abrazos... Porque hoy es Sábado