El bebé malagueño se llama Lucas. Ha sido el primer niño nacido en Andalucía en 2019. Y al mismísimo son de las campanadas nacía la primera niña de toda España, en Zaragoza, de nombre Carolina. A Brasil le ha nacido un Bolsonaro en el Gobierno. Le han parido miles de votantes. El nuevo presidente brasileño es un hombre extraño para su tiempo -o eso creíamos muchos, pero ya se ve que no tantos- Un hombre que dice, en público y sin reparos, que se alegró cuando tuvo a sus hijos varones, pero no tanto cuando tuvo una hija. Peor es su opinión sobre tener un hijo homosexual. Lo que votamos hoy, en Brasil y en Málaga, será parte de la mochila o del impulso que Lucas y Carolina habrán de llevar en el tiempo que les toque.

Resulta fácil que quienes más responsabilidad política tienen en el desencanto, el descrédito, el hartazgo, la falta de implicación ciudadana, el escaso estímulo del espíritu crítico, la ignorancia histórica de muchos votantes y la falta de valores de las sociedades que han liderado o aún lideran sean los que, sin demostrar una profunda y muy necesaria autocrítica, levanten ahora el dedo acusador contra los Bolsonaro o los Trump o los Maduro o los Duterte o los europeos Orbán, Salvini, Kaczynski, etc., como si estos hombres extraños no hubieran llegado a las instituciones aupados por una parte inmensa de los votantes que antes les sujetaron a ellos con menos rabia.

En las democracias, conviene repetirlo una y otra y otra y otra vez, los gobernantes son el espejo en el que se miran gran parte de los gobernados.

El cortoplacismo que ha caracterizado la política de los últimos años se ha olvidado, con gusto, de defender el valor de las instituciones de todos, haciéndolas parecer instrumentos al servicio interesado de quienes las detentan.

También los programas más vistos de las televisiones o las portadas de los diarios son el reflejo de esa sociedad que vota. Que una parte relevante de la audiencia de una emisión de las campanadas de fin de año, por ejemplo, la haya vuelto a determinar la falta de ropa de una presentadora (qué sabrá la mayoría de discusiones sobre diseño y firmas de moda), a estas alturas de la revolución sexual; o que programas como Sálvame o GH sigan dando tanto dinero a quienes los emiten, merece al menos una reflexión sobre qué y cómo somos quienes luego nos abstenemos o votamos (que tanto da, ambas acciones determinan los resultados electorales y quienes nos gobernarán).

2019 ya no es ciencia ficción. Y el mundo se enfrenta a realidades políticas inquietantes que parecen nuevas, pero podrían tener su parangón en la Historia, a pesar de que en el pasado nunca se dieron en la era digital ni en los albores de la implantación definitiva de la robótica en el sistema productivo.

Carolina, Lucas, todos los niños nacidos ya en el nuevo año y los niños todos merecen no sólo el desvelo de sus padres o sus tutores, sino el de quienes gobiernan o, al menos, el de quienes tenemos en nuestra mano que nos gobiernen personas mejores.