Se acerca el Sorteo del Niño. Algún aguafiestas lúcido dijo que la lotería es el impuesto de los que no saben matemáticas. Es improbable que te toque, sí, pero lo increible es que te toque si no compras. Yo sigo esos sorteos sólo por ver luego a los agraciados en la tele diciendo que el dinero lo van a emplear «en tapar boquetes». Algunos dicen tapar agujeros. Nadie dice deudas. Como si por el solo hecho de no decir esa palabra desaparecieran. Las deudas. En cierto modo, si te ha tocado la lotería, desaparecen. No desaparecen los amigos, más bien aparecen, surgen nuevos, nadie sabe de donde pero es pillar parné, billetamen, dinero, manteca y surgen los nuevos amigos.

Dispuestos a ir contigo al concesionario y luego acompañarte a comer.

Hay amigos tan agradables y desinteresados que en cuanto dejas de tener dinero no te hacen ni caso, dado que no son partidarios de molestar. De molestar a un pobre. Redacto estas líneas aguardando cola para comprar un décimo, que es como comprar una fracción de ilusión, un pasaporte para franquear el mundo de las buenas expectativas. No me tocó nada en el sorteo de Navidad, el del día 22, ese en el que siempre algún familiar decía aquello de «ná, el dinero vuelto». El dinero vuelto, güelto, es toda una tradición en muchos hogares.

Hogares afortunados, donde al menos retorna el dinero empleado en comprar el décimo. Ese dinero se emplea en comprar otro. La suerte, para el que se la trabaja. Te ponen la cabeza como un bombo los compañeros de trabajo para que compres lotería y luego otro bombo te niega la suerte. Yo adoptaría un bombo y haría en casa con él sorteos sobre qué canal poner. Si sale el Trece te tragas una tertulia política y si sale el 42 un reportaje sobre los nazis, que son muy de invadir canales. Ya sean de ciencia, de historia, de documentales e incluso de noticias. Podría salir el 142 pero a lo mejor es todo en ruso o en árabe.

La experiencia es un billete de lotería comprado después del sorteo, nos dejó dicho Gabriela Mistral. Haríamos bien en dejar de tentar a la suerte y leerla. Lo de que la vida es una lotería ya está muy visto. Sin embargo hay gente que no lo capta y se empeña en seguir haciendo planes. Sin contar con el azar. Tal vez tampoco con el azahar, que como dijo el poeta, «turba en mañanas primaverales como en la vida nada». Era sin duda un poeta pobre que no acudía a la lotería de versos y metáforas, lugar donde te puedes ver agraciado con un brillante tropo o un reluciente escolio, tal vez con una cautivante sinécdoque, habiendo llegado con un manido retruécano. Si no compras no toca, niño.