Dijo el otro día el presidente provincial de un partido que el objetivo es ganar las elecciones municipales. O sea, no hay descanso. Aún no hemos salido del eco, de las consecuencias, de las autonómicas y ya estamos pensando en las municipales. Los políticos viven de eso. Los futurólogos, también. De las expectativas. Claro que peor sería que no hubiera elecciones. No me cansan las urnas, me cansan las personas.

Las elecciones son la cuenta de resultados de un partido. A más votos más posibilidades de que el consejero delegado, el secretario general o incluso el sectario general continúen en la poltrona. No hay descanso. Los políticos piensan en las próximas elecciones, mientras que los estadistas piensan en las próximas generaciones. Lo dijo Churchill, que en lo que pensaba mayormente era en el brandy. En el whisky, al atardecer. Lo que pasa es que como era un monstruo de la naturaleza tenía un organismo capaz de resistir litros de mollate diario y capacidad para, pensando poco en otra cosa, redactar cientos de libros, ganar guerras, pilotar aviones, perder elecciones y orar como pocos. Sin embargo, con todo el catálogo de brillantísimas frases que parió, o que se le atribuye, fue incapaz, pese a tener ocasión, de pronunciar una que es de mis favoritas. De mis favoritas de entre todas las dichas en la historia de la humanidad. Dice: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros». La dijo, la alumbró, en sagaz hora y afortunado momento Estanislao Figueras Moragas, primero de los cuatro presidentes de la fugaz Primera República, 1873-74, que apenas duró 22 meses. Acabó con ella Martínez Campos, del cual a su vez muchos españoles acabaron hasta los cojones. Lo de Figueras fue de película. La madre de todas las espantadas. Dijo la frase, hizo las maletas y huyó a Francia. Harto del problema catalán, de las intrigas en su propio partido, de la crisis económica, de los chismorreos y del pasilleo. Me suena. Harto de las insidias y del turbio clima social. Pi i Margall, llegada la hora del Consejo de Ministros y viendo que no se presentaba, mandó buscarlo. En su casa, alguien informó que había huido. E hicieron a Pi presidente. Figueras volvió meses después algo más tranquilo, o sea, algo menos hasta los cojones, pero le hicieron el vacio, la cama, bueno, la cama ya se la hacían antes de irse. La historia tiene estas cosas, aunque bien es verdad que no abundan mucho las espantadas de ese tipo. Imaginen que ahora Sánchez se fuga sin dar explicaciones, lo deja todo, deja el cargo, deja el país. O que lo hubiera hecho Aznar o Zapatero o Rajoy. Alivio si habrían generado en no poca gente, la verdad. Gente que a lo mejor no estaba hasta los eso pero sí hasta las narices, que es el grando anterior a estar hasta los mismísimos.

Imaginen los memes. Lo que se habría dicho en Twitter. Alguien habría salido diciendo que habría ya que pensar en las próximas elecciones. Y alguien habría escrito un artículo criticándolo. Lo estaría leyendo alguien como usted. Sí, tal vez alguien como usted, pensando «pero qué me estás contando» y haciendo una fotografía del periódico, la cerveza y la orilla para subirla a Istagram. Me gusta.