Llegó el siete de enero, víspera de San Paciente. Y con él, paradójicamente, la impaciencia. Impacientes por perder los kilos acumulados durante las fechas navideñas; impacientes por llegar antes que nadie a esa mediática primera fila que, a codazos, marca el comienzo de las Rebajas; impacientes por hacer números, aunque agotemos las fórmulas para que cuadren, para afrontar la cuesta de enero que se avecina; impacientes por volver a casa en este día festivo en Andalucía; impacientes, incluso, por hallar la ecuación que nos permita no perder la paciencia.

Llegó el siete de enero, como quien no quiere la cosa. La caída del sol ya no marcará la hora punta en calle Larios, habrá licencia para quitar los árboles navideños, si bien es cierto que en Torremolinos el principal lleve desmontado desde el viernes (a instancias de lo angosto que había quedado el paso para el tremendo cortejo real venido de Oriente), y hasta empezarán a mermar los últimos trozos del Roscón de Reyes.

La vida sigue igual un siete de enero. Incluso para Cosmin, el flaco niño al que ayer le tocó el Gordo de El Niño. A sus 15 años le han correspondido 200.000 euros, después de reinvertir en un décimo los 20 euros que le tocaron en el mediático Sorteo Extraordinario de Navidad. Miento. 200.000 euros antes de impuestos. Que después, al menos este año, se quedan en 168.000 euros.

Ante la atónita mirada de los reporteros, el niño Cosmin respondió con soltura a qué va a dedicar este premio: «Un móvil nuevo creo que cae seguro». Y luego aludió, arropado por dos amigos de su misma edad, a ese viaje a Nueva York con el que tanto han soñado. Pero la vida sigue igual un siete de enero. Te haya tocado el primer premio del sorteo, seas o no tan niño. Valerio lo manifestaba de igual manera: «Mucha gente se vuelve loca con el dinero». Pero él subrayó que hoy volvería a su puesto de trabajo y en breve, eso sí, a visitar a su familia en Rumanía. «El dinero, para garantizar un buen futuro a mis hijos», agregaba.

Para todos ellos y para sus respectivas familias, no obstante, la cuesta de enero será menos cuesta. Una cuesta que también va a ser más o menos empinada para quienes hoy hayan asumido ese extraordinario reto de subirse a la báscula. Porque volvieron las colas a los mostradores de los comercios, y también habrá esta semana overbooking en los de los gimnasios. «¿Hay manera humana de poder perder estos diez kilos de más en un mes?», como si no fuese más fácil moderar la ingesta de carne y marisco, que esperar un milagro encomendándonos a San Paciente.

En todo caso, puestos a encomendarnos, mejor hacerlo conforme a los sabios consejos del griego Hipócrates: «Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina». Con atosigar a nuestro pobre corazón durante las próximas semanas, con el único propósito de quemar tanta grasa acumulada, lo único que pondremos a prueba será su capacidad para decir basta. Hay propósitos de año nuevo infinitamente más saludables. Por ejemplo, dietas depurativas que calmen nuestro hígado, antes que entrenamientos de elite para cuerpos mundanos.