Dejamos a un lado el problema del paro que, entre medio centenar de preocupaciones, sigue siendo con diferencia la principal preocupación para los españoles con un 58,5%, en encuestas mensuales y multirrespuesta del CIS, aunque en lenta tendencia decreciente. En la última de noviembre aparecía como segunda preocupación «los políticos en general, los partidos políticos y la política» con un 31,3% mostrando una evolución muy ilustrativa. A partir de 1985 en que se iniciaron esas encuestas mensuales solo una vez había alcanzado tal nivel en marzo de 2013 coincidiendo con la que se extendió entre octubre de 2012 y junio de 2013 por la dimisión de Esperanza Aguirre de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, el estallido de la crisis de Bankia y el encarcelamiento de Bárcenas entre otros asuntos.

Más significativo resulta comprobar que la llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno consiguió bajar el índice de preocupación del 27,4% del pasado abril al 19,2% de septiembre. Sin embargo, en los dos últimos meses el indicador ha ascendido de nuevo al 31,3%, con la subida más rápida habida nunca. Es decir, en el primer caso la preocupación estaba personalizada en Rajoy, y ahora lo está en Sánchez a causa de su incumplimiento de convocatoria inmediata de elecciones y sus «tratos» con el independentismo catalán y los filoetarras.

Resulta también importante resaltar que el tercer lugar de la preocupación después de los políticos, con niveles muy altos y constantes, lo ocupa «la corrupción y el fraude», que llegó casi al 63,8% en noviembre de 2014, mes del primer ensayo de consulta catalana sobre la independencia, manteniéndose desde entonces en el entorno del 30%.

Teniendo estos datos presentes y a la vista de los resultados electorales de Andalucía la pregunta que muchos se hacen es: ¿Los andaluces se han vuelto de derechas de la noche a la mañana? Así parece deducirse de muchos análisis que no se han enterado de que el fundamental cambio electoral habido es que los andaluces han votado por España a la que sienten en peligro. Sentimiento no de derechas ni de izquierdas sino de carácter transversal que es, asimismo, de defensa de la Constitución del 78, tan atacada por quienes la denominan «Régimen del 78» en un claro intento de vincular subliminalmente el mejor régimen democrático que nunca tuvo España con el Régimen franquista, es decir por podemitas y por el independentismo golpista.

Con su voto los andaluces han empezado a «desempoderar» (perdón por el palabro) a las partitocracias de los partidos gobernantes desde los 80 que, poco a poco han ido supeditando los intereses generales del conjunto de la nación española a los personales o partidistas de una clase política cada vez más mediocre y alejada de las preocupaciones profundas de los ciudadanos. Por eso han votado a los que defienden claramente la «unidad indisoluble de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (art 2º CE). Han sido 24 los escaños que han ganado Ciudadanos y Vox, que son precisamente los mismos perdidos por socialistas, populares y podemitas. Bien es cierto que la segunda parte del citado artículo añade que la Constitución€ «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

Aquí el programa de Vox propugna eliminar las autonomías para volver a un estado centralista; pero no menos cierto es que quienes apoyan a Sánchez -independentistas vascos y catalanes- pretenden romper la unidad española; estos últimos, además, de manera unilateral. Igual propugnan los podemitas al pretender cambiar la forma de estado de la Monarquía parlamentaria a una república. Mientras, los socialistas hablan de la transformación de las autonomías en un federalismo inconcreto o incluso en una confederación de naciones; en cualquier caso apuntan a aumentar (¿) el grado de descentralización actual, similar o superior incluso, a los estados federales existentes.

Sin embargo, lejos de disquisiciones jurídico-políticas, los ciudadanos han percibido que algunos pretenden abiertamente modificar la Constitución para cambiar la actual forma de estado, que con sus errores y sus indudables aciertos han sido los mejores años de la historia española, por unos albures que nos retrotraen a lamentables recuerdos de la malhadada Segunda República.

El veredicto de las urnas andaluzas ha sido clarísimo, y el que puede venir dentro de poco evidenciará el hartazgo producido por políticos aprendices de brujo que están engendrando una incipiente desafección democrática.

Lo que no entiendo es cómo esa defensa de la «unidad Indisoluble de la nación española» (que no es incompatible con una racionalización del Estado de las Autonomías), a la que estamos comprometidos todos los españoles, especialmente los que de corazón hemos prometido o jurado lealtad a la Constitución, se utilice incluso por quienes se dicen constitucionalistas como arma arrojadiza tachando «de derechas», cuando no «de extrema derecha», a quienes la defienden abiertamente. La ceguera política no puede ser mayor. ¡Magnífica campaña la que «la izquierda» le está haciendo a Vox!