A veces un gesto puede suplantar a toda una vida, y ocupar la posteridad de una persona. Quizás sea el caso del hace días fallecido José Vida Soria, brillante profesor universitario y político unos años, que había dimitido como diputado, para volver a su cátedra en Granada, algo antes del golpe del 23-F de 1981. Esa tarde, al enterarse de lo que pasaba, hizo una maletita, viajó a Madrid y logró que Tejero le dejara entrar para ocupar su escaño, en un momento en que el golpe parecía triunfar y los secuestrados creían que lo menos malo que les podría ocurrir era acabar presos en un estadio (modelo Pinochet). No lo traté mucho, pero era hombre de convincente serenidad y fiable inteligencia, que traslucía a la nobleza de su cara y gesto. Al pensar en lo que pasaría por su cabeza al hacer la maleta, y en el viaje, uno encuentra preciosos minerales de coherencia, entereza y decencia.