Hay modos de medir una economía, y una de ellas es la Bolsa, donde cada día se pesa lo que valen, en junto, todas las empresas que cotizan. En 2018 han perdido un 15% de peso. Una parte del problema es que hay otra bolsa, ésta llena de piedras, la deuda pública, que aún sigue ganando peso. Añadamos la privada, de empresas y de familias, que tampoco es manca, aunque haya bajado algo. Viene a ser como correr con una gran mochila cargada de arena; se acostumbra uno a todo, pero no es igual, claro. Al final la deuda acumulada es la crisis que creemos haber dejado atrás, cuando en realidad la hemos echado a la espalda. Al peso de esta bolsa hay que añadir el paquete de la inestabilidad política creada por el secesionismo catalán, que lleva camino de cronificarse. Con tanta bolsa y paquete a cuestas hay que ser optimistas por obligación, pues sólo faltaba que las fuerzas flaquearan.