La verdad es que asisto con preocupación a lo largo de las últimas semanas a la polarización que estamos viviendo en el país, un proceso similar que, salvando las enormes distancias entre unos periodos y otros, hemos vivido antes y la verdad es que la cosa acabó como el rosario de la aurora. Cuando los partidos que deben ser centrales en el juego democrático se escoran a los extremos, espoleados a su vez por formaciones que dicen hablar claro y recetar soluciones facilonas a problemas socialmente complejos, la historia no puede tener un buen final. Siempre fue así, y así continuará siendo. El PP se ha empeñado en buscar a Vox para quedarse con sus electores y, de paso, porque lo necesita para gobernar en Andalucía. Hasta intelectuales próximos a la derecha liberal o conservadora han llamado la atención estos días sobre el programa de los de Santiago Abascal, donde conviven ideas irrealizables con saña y odio a las mujeres y a los inmigrantes. Por el otro lado, según avanzan algunos columnistas, Pedro Sánchez le está preparando un plan renove a Susana Díaz en Andalucía usando para ello a María Jesús Montero, ahora ministra en los Madriles y otrora consejera de Sanidad en la Junta. El plan, explicaba Nacho Cardero en El Confidencial, estaría poco maduro, porque en Andalucía el 99% del aparato es susanista. Mientras, Sánchez y los suyos siguen con su idilio con Podemos, dilapidando, de paso, el PSOE que representa Díaz, heredero de los valores constitucionales de Felipe González o Alfonso Guerra. Los dos partidos centrales del sistema se han escorado hacia sus extremos buscando oportunidades entre esos electorados. Está por ver qué sale de ahí. Mientras tanto, Ciudadanos sigue haciendo de bisagra y hasta la pirueta para intentar justificar el acuerdo de gobierno en Andalucía con el PP, tras el que estará también, se venda como se venda, Vox. Todo esto, ya lo dijimos, tiene sus consecuencias, ya que si los socialistas traspasaron las líneas rojas hablando y haciendo la ola a los independentistas catalanes, que son lo mismo que Vox pero envueltos en la senyera, los dos partidos del centro derecha están coqueteando con el ultranacionalismo de Abascal. Una imagen que explica a la perfección esta situación es la del soldado que sostiene una granada abierta a punto de explotar. Ahora, como digo, toca mover al electorado a los extremos, emociones fuertes, hacer de la política espectáculo al estilo de una montaña rusa, y mientras tanto los jóvenes, nuestros jóvenes, hablan en términos guerracivilistas, atacamos consensos básicos construidos con sangre y vergüenza como el de la lucha contra la violencia de género, ponemos en solfa la Constitución del 78 y lo público y así nos vamos todos, otra vez juntitos, por el desagüe si es que nadie es capaz de dejar a los asesores políticos sentaditos a un lado y preocuparse por volver a la moderación, al pacto y a la ineludible tarea de construir consensos básicos en un país con una lamentable y escasa cultura democrática, incapaz de transitar el sendero de la reforma negociada.