Pensábamos tantos de nosotros, incrédulos, que esto del videoarbitraje le iba a quitar esencia al fútbol. Que en el bar de la esquina perderíamos mañanas enteras de estéril pero saludable debate por aquella o la otra jugada. Que si fue o no penalti. El VAR como amenaza al bar.

Lo reconozco. Estábamos muy pero que muy equivocados. Contemplábamos durante el Mundial de Rusia cómo se anulaba alguna pena máxima en virtud de este nuevo sistema y no alcanzábamos a imaginar que en España abriríamos estos metadebates sobre la idoneidad o no del VAR. Hoy es el segundo lunes desayunándonos titulares de entrenadores que, autodefiniéndose como «pro VAR», dudan ahora del uso que le dan los colegiados.

Ayer el Atlético se impuso al Levante con un tanto de Antoine Griezmann desde los 11 metros. El balón lanzado por Thomas le dio en el brazo a un Vukcevic que lo tenía apoyado en el suelo. De inmediato todas las voces sonaron contra el árbitro Prieto Iglesias, aunque sobre todo contra los asistentes del VAR que tenían que haberle avisado de tal circunstancia. El entrenador granota, Paco López, recordó que una reciente circular, la número 4, explícitamente anula la posibilidad de que unas manos en el área sean señaladas como penalti cuando estén apoyadas en el césped y, por lo tanto, al jugador le sea imposible apartarlas.

El técnico alegó: «Con el VAR he sido un defensor de los árbitros y soy pro VAR. Pero con situaciones de este tipo entra la duda». Sólo siete días antes fue el entrenador madridista, Santiago Solari, el que cargó contra este sistema, al no revisarse otra acción polémica contra los intereses de su equipo: «Es la intención que existe con el VAR y la tecnología, si no pierde toda su razón de ser. Todos somos humanos y fallamos, pero si uno tiene la posibilidad de repasar la evidencia y falla, es difícil de comprender».

Este año, paradójicamente, se cumplirá un cuarto de siglo de la jugada que dio origen a todo este tinglado. Cuenta el ingeniero gaditano Antonio Ibáñez de Alba, el inventor del VAR, que el famosísimo codazo de Mauro Tassotti a nuestro actual seleccionador, Luis Enrique, cuando se apuraba el tiempo de descuento en el duelo de cuartos del Mundial de 1994, le hizo reparar en la necesidad de aplicar las repeticiones televisivas al reglamento futbolístico.

Puestos a echar la vista atrás hasta entonces, quién iba a decirle a este chiclanero con periplo profesional previo en la mismísima NASA que sólo cinco años más tarde, ya a las órdenes de Mario Conde en una de sus múltiples empresas, iba a sentar jurídicamente las bases de esta revolucionaria herramienta para el balompié moderno. La clave estaba, sobre todo, en el control electrónico del perímetro del campo y, por supuesto, de ambas áreas y de las porterías. El resto era sólo cuestión de unos sensores que unidos al ordenador determinaban las coordenadas del balón en cada instante.

Así nació el VAR de Mario Conde. Suya es la patente y, haya o no debate a estas alturas, la caja con lo que le «va-en-esto» ya la tiene hecha. Otra cosa es que le pidan sustituir árbitros por androides, un VAR 2.0.