El autobús gusano, que pasa raudo por delante, con su rumor, cubierto por un anuncio que no deja ver a los viajeros (otro separador más en el mundo); el mupi cilíndrico en la media distancia, publicitando un perfume; un ciclista que pedalea con prisa laboral, dejando a su paso nubes de cigarrillo electrónico; la mujer joven, alta y sobre tacones, que camina rauda por una acera, doblando algo las rodillas al hacerlo; la pantalla que da la hora (8:30) y un instante después la temperatura (7º); las medianeras entre edificios de altura irregular, al fondo, y la columna de vapor que sube de una chimenea metálica; la paloma que cruza por la escena, en vuelo oblicuo y por un plano oblicuo, insensible a la geometría urbana; True Love Waits, de Radiohead, que rompe a sonar justo, maldita sea, cuando, inmovilizado por el semáforo en rojo, estoy aún más inerme y expuesto a su radiación letal.