Gobernará Moreno con el aliento de Vox en el cogote. Así está escrito y así se verá en esta legislatura donde la derecha desbancó al PSOE. Moreno, tal y como ha dicho, será un presidente sin complejos, dispuesto a gobernar con el más rancio franquismo, en palabras de Susana Díaz, que siendo la ganadora de las elecciones del 2 D, tendrá que pasear su evidente tristeza y fracaso por los pasillos del Hospital de las Cinco Llagas, sede de la Cámara andaluza. Los ultras son los artífices del cambio, ni el PP ni CS lo son porque ellos solos no suman, y no van a dar un cheque en blanco a Moreno. Con sus votos han hecho posible la alternancia y tienen la llave de la estabilidad. Quien no quiera reconocerlo (Cs entre otros) le puede costar caro. Moreno no ocultó la relación entusiasta que tiene con Vox porque le debe ser presidente de la Junta y es otro más de los síntomas, vía Casado, que sitúan al PP en la frontera del populismo de extrema derecha.

Pero es que, a la inversa, también esa sintonía y comunión de ideas aflora sin pudor. Si el portavoz de Vox, el magistrado Serrano, apartado de la carrera por prevaricador, estaba contento con el discurso de investidura de Moreno es que la sintonía va más allá de los papeles firmados, el pacto secreto del que hablan muchos. El partido de extrema derecha se siente satisfecho porque en la derecha ya nadie habla de cordón sanitario. El Partido Popular de Casado y Ciudadanos de Rivera claudicaron y la armada invencible de Vox navega con viento a favor. Esta es la pura realidad.

Y comienza una nueva etapa en la gobernabilidad de la comunidad autónoma andaluza. Moreno es presidente gracias a los votos de Vox y habrá que estar pendiente de las exigencias que hará este partido de extrema derecha que ya tiene adelantado que no cejará en su empeño de exigir la deportación de a 52.000 emigrantes, terminar con la Ley de Memoria Democrática y la Ley de Género. Moreno, el presidente sin complejos, tiene tajo por delante y lo más seguro dispuesto a tragar todo lo que Vox plantee, órdenes de Casado que serán obedecidas sin rechistar, como hasta ahora; manda Casado y no Moreno Bonilla pese a lo que dijo en su réplica a Susana Díaz, «aquí mando yo». De Juan Marín, no se sabe; está perdido, con mirada clavada en la eternidad, llena de perplejidad ante el poderío de Vox. Marín tenía cara de viernes santo mientras hablaba Moreno Bonilla; una cara que, pese a que vaya a ser vicepresidente del Gobierno de Moreno y su partido se haga cargo de cinco consejerías, no terminaba por satisfacer a quien se sigue creyendo ganador, por su incremento de votos y escaños, de las elecciones pasadas, mientras el PP, el gran perdedor con siete diputados menos, se queda con lo más mollar del nuevo Gobierno. Elías Bendodo, el gran muñidor de Moreno, tiene tajo por delante. Apaciguar a Vox, por un lado, y tratar con pies de plomo a Ciudadanos, manifiestamente cabreado. No lo tendrá fácil con Serrano que acredita un perfil de furibundo misógino, antifeminista, prevaricador y mentiroso. La España de Dios, Una, Grande y Libre; la nacional católica ha vuelto y lo ha hecho en Andalucía. La realidad ha estallado en la cara de Moreno, con un arranque dubitativo, lejos del tono de certeza que impregnó su campaña. El quilombo andaluz es mucho más complejo de lo que él pensaba.

Susana Díaz no lo tiene fácil. Hay una desaforada y visceral campaña mediática para enviarla al paro político. Y hay, dentro de su partido, quien se la tiene guardada. Susana Díaz (la señádíaz que repetía una y otra vez Moreno) no es de las que se acobardan en situaciones límites y ni mucho menos entrega la cuchara antes de tiempo. Susana Díaz, está dicho, ganó las elecciones aunque no suma con la izquierda para seguir en el cargo y no va a ceder. Hace bien. Estar en la oposición será la escuela necesaria para darle una vuelta de calcetín al PSOE A, necesario; prescindir de algunos colaboradores cercanos que no dieron la talla, diseñar una estrategia de mayor presencia en la sociedad andaluza; trabajar y trabajar. Ella sabe hacerlo.

P.D.- (1) Se fue Eduardo Martín Toval, luchador por sus ideas hasta el último soplo de su enorme corazón. En el funeral escuché a un cercano socialista: «€ No quería vivir en la Andalucía gobernada por la derecha». A él y a su inmenso trabajo para vivir en una sociedad de más igualdad y solidaria, mi respeto y mi recuerdo.

(2) En la izquierda, los resultados de Andalucía empieza a tener consecuencias. Íñigo Errejón ha sido el primero en darse cuenta de ello poniendo a la coalición Podemos-Izquierda Unida en el disparadero.