Francisco Serrano, líder de Vox en el Parlamento andaluz, fue juez. O lo es. Supongo que ahora se dedica sólo a ser el portavoz de los ultraderechistas en la Cámara regional. El caso es que este tipo fue sentenciado, como él mismo dijo desde la tribuna en la sesión de investidura de Moreno Bonilla, por prevaricación culposa, el único magistrado de Europa, debido a que decidió alargar dos días las vacaciones de un niño con su padre para que pudiera salir en una cofradía sevillana un Viernes Santo. El tema es que el divorcio se tramitaba en un juzgado de violencia sobre la mujer y el togado tomó su decisión sin informar de nada a la madre, a petición del abuelo paterno, según informa la Cadena Ser. El caso es que el tipo tuvo su primer gran momento de gloria el pasado martes. Santiago Abascal, el presidente nacional, estaba en la grada de invitados. Parecía una superestrella de cualquier deporte, a tenor de los besos y abrazos que repartió. Y, ante su líder, Serrano se lució. Uno espera que en un momento como ese el discurso se module y se hable con respeto y con elegancia, ya que, al fin y al cabo, la Cámara andaluza es un templo de la retórica, entre otras muchas cosas. Pero no. No hubo elegancia, ni altura de miras. Por no haber no hubo ni conmiseración con los inmigrantes o las mujeres maltratadas. De los primeros dijo que causaban muchos problemas en las ciudades y pueblos de Andalucía (¿en cuáles?). Y de las primeras, aunque destacó que está contra cualquier tipo de maltrato, especificó que algunas de las leyes que las protegen se hacen para que las asociaciones trinquen subvenciones y pasta. Aunque no me quedó claro, la verdad, si se refería a las propias maltratadas. Habló de familia preferente. Y citó varias veces a San Pablo y San Francisco de Asís. Se declaró enemigo de lo políticamente correcto, «hasta el gorro y la gorra del lenguaje inclusivo». Luego he visto por ahí algún pantallazo en el que alguien de Vox apuntaba la posibilidad de prohibir unos determinados carnavales si se ultraja a la bandera o a la patria. Prohibir, ja, tendría gracia si ahora mismo no tuviera miedo de lo que se nos viene encima. Tampoco me gustan algunos de los postulados de Podemos (por ejemplo, cuando habla de que todos los medios deben ser públicos o cuando se hacen alabanzas a Venezuela), pero en general los del partido morado respetan los derechos humanos. Igual que los del resto de partidos. Que un tipo como Serrano, con ganas de revancha y de imponer la concepción de la sociedad de su partido al resto, sea parlamentario dice muy poco de todos nosotros. Y, ahora sí, he de aclarar que él y Torra y el resto de independentistas catalanes, que se dicen de izquierda o de derecha, me parecen pasajeros del mismo crucero: el que acaba metiéndonos a todos en el ojo del huracán. No sé cómo va a hacerlo Juanma Moreno, nuevo presidente de la Junta, para meter en cintura a tan dudoso apoyo. Le resultará difícil, porque Moreno, según dicen, es buen tipo. La extrema derecha ha llegado para quedarse. Con todo. No les quepa duda.