Los países se hacen mayúsculos gracias a su dimensión cultural y por ello es necesario admitir que la cultura no se puede valorar rentable únicamente en parámetros económicos. La cultura es la esencia de los pueblos y es imprescindible efectuar una constante inversión por parte de las administraciones públicas para consolidarla, sólo así, hablo de Málaga, podrá desarrollarse y consolidarse en plenitud con el fortalecimiento de los distintos proyectos que la potencian.

Ante el cruce de declaraciones entre los directores de la agencia municipal que administra la Fundación Picasso Museo Casa Natal, el Centro Pompidou y la Colección del Museo Ruso, Jose María Luna, y el del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC), Fernando Francés, se ha generado una discordia por el antagonismo en los planteamientos de gestión de sus respectivos museos. Mientras Francés, en tono desafiante, sostiene una propuesta fundamentada desde el enfoque propio de un mercader; Luna apuesta por la excelencia, por una oferta cultural proyectada hacia la ética vinculada con la estética, diseño éste mucho más en consonancia con el ámbito museístico y con el que me siento más coincidente.

El director del CAC debe recordar que la cultura nunca fue rentable -excepto para él- y no tiene por qué serlo. Es un bien social del que los gobiernos no pueden prescindir. Resulta complejo que las manifestaciones culturales sean económicamente lucrativas; los museos tienen un carácter poliédrico y combinan una dimensión cultural, científica, económica, social y su rentabilidad, en Málaga, hay que concebirla también en otros términos: educativos, formativos, ciudadanos, mejora la imagen de la ciudad y afianza nuestra propia identidad. Señor Francés, aunque le parezca insólito, no todo es dinero.