Su precocidad y su cara lo predestinaban. El carácter es el destino. A veces, el físico es el destino. O sea. Es un enfant terrible de libro. El niño ha matado al padre, al amigo, a los conmilitones y ha dado un portazo. Errejón.

«El niño se ha ido con la vieja, que no es nadie sin nosotros», le dice un militante de Podemos a este cronista. No le pago el café por no ser original. Eso es argumentario puro, le digo. Pide otro café. Gaspar Llamazares se va también de su escaño (IU en el Parlamento de Asturias) para dedicarse en cuerpo y almax a su partido, Alternativa, que promueve junto a Garzón. Baltasar. Lo de que Gaspar y Baltasar necesitan con urgencia un Melchor ya lo habrá dicho alguien.

Hay más partidos de izquierdas que ventanas. Partidos casi unipersonales, cada hombre una izquierda. Los sesudos politólogos dan la matraca con que el electorado penaliza la desunión pero la suma de IU y Podemos no siempre es suma y a veces es resta. En Andalucía por ejemplo en las recientes autonómicas. Echenique dijo que Errejón tenía que comer de algo y que por eso no dejaba el escaño. Echenique no va a comer nunca del cuerpo diplomático. Errejón se fue a preguntar al Congreso por las cesantías y ¡voila! Tiene 2.900 trompos al mes durante tres meses, así que a vivir que las autonómicas madrileñas son en mayo. Las imprentas no van a dar abasto para imprimir papeletas de la izquierda en las elecciones a la Comunidad de Madrid, que para ser un ente artificial no veas si da guerra.

Podemos tiene en sus manos la receta para hundirse del todo: presentar a Ramón Espinar contra Errejón. La izquierda es un señor muy serio en el registro de Interior registrando unas siglas. O una palabra, que ahora se llevan más que las siglas para denominar a los partidos. Están libres Claridad y Crisol, desde aquí las ofrezco modestamente, aunque tienen resonancias anarquistas, que en vista de la poca disciplina imperante tampoco viene mal. La derecha también tiene un exceso de partidos, una inflamación de siglas o palabras, un apelotonamiento a siniestra que sin embargo sí suma cuando hay que sumar. Errejón ha pegado un errejonazo que ha temblado hasta la diosa Cibeles. Iglesias debe bramar, triste tal vez por haber superado en sólo cinco años a Sísifo el de los trabajos inútiles y a Tántalo el del sufrimiento eterno. Pero esto no es una tragedia griega y sí muy madrileña y española. O sea, castiza.