En la mayoría de los casos a los entrenadores les gusta trabajar junto al psicólogo del deporte, siempre y cuando esta figura sea competente, tenga la especialidad correspondiente y se comporte con normalidad dentro de un equipo de trabajo. Malos profesionales hay en todos los campos por desgracia. Al tratarse de un equipo multidisciplinar, no vale sólo con la aceptación de un nuevo integrante en el equipo, sino de la intención de comprenderse y colaborar, aprender y tomar decisiones en conjunto. En ocasiones, aun teniendo la oportunidad de trabajar, no es que decidan no trabajar de manera clara, simplemente no colaboran, no confían, no comparten... Es una dificultad añadida a los psicólogos del deporte cuando entran en un equipo: saber adaptarse, cómo iniciar el trabajo, a quién y con quién.

Con esto no estoy hablando de la necesidad del entrenador, puede que sean muchos los que siendo tan buenos y tan inteligentes, saquen siempre el máximo rendimiento, encuentren la mejor solución y tengan siempre todo controlado, sino de su capacidad para aprovechar recursos o simplemente escuchar. Seguramente los que menos lo necesiten sean los que más interés demuestran hacia la ciencia, escuchen de manera activa y apliquen conceptos. El psicólogo trabaja de una manera más focalizada en aspectos motivacionales, emocionales, atencionales o de personalidad y podemos dar apoyo y asesoramiento sobre comunicación, liderazgo o gestión de equipos. Está claro que el entrenador puede y debe estar formado para liderar con todo esto, pero tener una figura especializada y no aprovecharla me parece poco inteligente.

De todo se aprende y si realmente estamos predispuestos, todo vale, seas quien seas, trabajes donde trabajes y tengas la edad que tengas. De los niños, de los abuelos, de cualquier profesión, de la propia experiencia... me parece raro no poder aprender nada de una persona que ha dedicado muchos años a estudiar la personalidad y el comportamiento humano. Y más estando dedicado a la formación.

Además de lo que un entrenador pueda saber de psicología o la experiencia que pueda tener, también está la soledad, las dudas, los miedos, los problemas personales, familiares, etc. Yo soy entrenadora y al prestar tanta atención a aspectos técnicos, tácticos o estratégicos, es normal que en muchas ocasiones se me escapen detalles importantes. Cuando mi compañero viene de segundo a los partidos me siento más segura, compartimos ideas y tomamos decisiones los dos, él ve cosas y me da ideas diferentes a las mías. También cuando hablo con los padres me hacen entender cosas que no he podido percibir en los entrenamientos y puedo comprender mejor a mis jugadoras. Es cuestión de atención selectiva y dividida, además de la especialización, por eso siendo psicóloga del deporte, cuando ejerzo de entrenadora se me escapan detalles importantes y me encantaría tener a alguien centrado en la salud mental de mis niñas.

Hace muchos años, un compañero del Unicaja que no solo valora mi trabajo sino mi persona, me dijo que desempeñaba una labor importante a la sombra. Todos queremos reconocimiento, más aun cuando empiezas a trabajar y la impaciencia por conseguir resultados se tiñe de emoción y creatividad. Con los años aprendes a reconocer los que te hacen sombra a través del engaño o la indiferencia y los que te iluminan y dan valor al granito de arena aportado. Nuestro trabajo al sol o a la sombra es ayudar siempre.

Nadie es imprescindible, pero un psicólogo del deporte es a la salud mental del deportista como un médico a su salud física, un «prepa» a su rendimiento físico, un fisioterapeuta a su prevención de lesiones y recuperación y un entrenador a su juego. Todos sumamos.

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.