Nadal no tenía que vencer el obstáculo de la superficie, porque lleva dos semanas sin perder un set pese al suelo pétreo. Tampoco debía imponerse a su edad, porque devora como si fueran mazapán a rivales doce años más jóvenes, y que pronto podrán ser sus hijos. Aunque se emplea cada vez más rápido en la preparación y tramitación de los tantos, porque para ganar más ha de jugar menos, tampoco el cronómetro en pista ha sido decisivo.

Nadal está protagonizando en Melbourne su estallido trimestral de supernova, con la consistencia de un Sigfrido que acaba de bañarse en la sangre del dragón, porque ha vencido al factor distancia. No se trata de la longitud inamovible de la pista, con el mejor golpe desde el fondo de la historia, se trata de los miles de kilómetros que le separan de su Manacor natal.

Nadal ha tenido que imponerse a la nostalgia, al sacrificio abusivo de permanecer dos semanas consecutivas en las antípodas de su hábitat natural. Su verdadera carrera ha tenido lugar en Mallorca. Esta limitación de su juego, tal vez la única, se observa al repasar el listado de sus triunfos en el Grand Slam. Por orden de distancia al domicilio del campeón, las sedes del diamante del tenis son París, Londres, Nueva York y Melbourne. En una extraña coincidencia, los triunfos majestuosos siguen la misma cadencia, en una serie de once, tres, dos y uno.

Australia no es solo para Nadal otro mundo, sino casi otro deporte. Solo desde el extrañamiento del emigrante se entiende que Nadal haya perdido tres de las cuatro finales de Grand Slam allí disputadas, una relación de derrotas que incluye a un mediocre como Wawrinka. El 25 por ciento es indigno de un campeón a quien los jugadores, entrenadores y expertos más cualificados entregarían un partido a vida o muerte, según la encuesta del New York Times. De nuevo, la saudade.

Algo habrá que decir de Tsitsipas, aunque solo sea felicitar a los comentaristas que lograron crear la atmósfera de que el joven de notable autoestima suponía una amenaza real para el monstruo. Aparte de Djokovic, el único rival a la altura de Nadal es resistir dos días más al otro extremo del planeta, una desventaja que ha excavado el abismo entre su única victoria de 2009 en Melbourne y la hueca década posterior. Nadal se acerca ahora a la lejana Australia. Y a continuación, otros tres meses de letargo hasta el estallido de Roland Garros.