El eurodiputado Jonás Fernández, que auna sus trabajos parlamentarios con la presencia en las páginas de opinión, apunta la dificultad de «trasladar el objetivo inicial de la Unión, acabar con las guerras civiles entre europeos, a una generación que sólo conoce la paz y la democracia». Es una reflexión esencial, al ser esa la premisa del europeísmo, de la que viene lo demás. En teología será equiparable a la atrición o contricción imperfecta, una forma de reconciliación con la divinidad que viene del miedo a las penas del infierno. Quizas en la predicación del europeísmo hayamos abusado de la identidad cultural, que en un espacio de diversidad es mucho más discutible. El recordatorio de la realidad de la que venimos, que es el infierno de la guerra más mortífera de la historia, y de su causa (los nacionalismos) podría ser un buen libro común de campaña para las próximas elecciones.