El grupo municipal del PP en el Ayuntamiento de Málaga presentará una moción en el próximo pleno en la que pedirá eliminar la crispación de las instituciones. Una vez en el Ateneo de Madrid sometieron a votación la existencia de Dios.

Eliminar la crispación de la política, en España, es como querer eliminar las nubes del cielo, que sí, que hay días de sol inmaculado, pero es un imposible como deseo para siempre. El dirigente del PP Teodoro García Egea llamó cobarde el otro día a Pedro Sánchez, así, sin despeinarse, un insulto personal, pero sin crispación, oye. Hace unos años me contaba un parlamentario andaluz que compareció en una comisión y que en ella otro parlamentario le dijo hijo de tal. Acabada la comisión, el insultador se le acercó y le dijo: que no es nada personal, oye.

El PP malagueño saca lo de la crispación instando a que al nuevo Gobierno andaluz se le dé un margen de cortesía. Antes de criticarlo. No sabemos si también desean que esa cortesía incluya no alabarlo. Los aplausos de los millonarios que ya no pagarán el impuesto de sucesiones deben cesar, por tanto. La moción del PP crispa abogando por eliminar la crispación. O sea, dice que el PSOE no acepta bien los resultados en Andalucía. En esa crispación sí llevan algo de razón, oiga, que no es de recibo organizar borrokadas a las puertas del Parlamento cuando están invistiendo a tu oponente, a Moreno Bonilla. Yo creo que la moción municipal debe incluir, en pos de un descenso de la crispación, la invitación a un pincho de tortilla y caña para todos los ediles que no acaben la sesión crispados, y ya puestos y con algo en el estómago, incluir una visita a Gibralfaro y a la Alcazaba para una mejor convivencia intergrupos. A la caída de la tarde deberían darse abrazos, pero abrazos sinceros, incluso como el abrazo de Vergara, pero no un abrazo de general castellano a Boabdil o de Duque de Alba, un abrazo trufado de ternura y pelillos a la mar y no nos crispemos que nos va a dar un día un jamacuco y la ciudadanía no nos lo agradece. La moción debería incluir incluso la necesidad de darse besitos de cuando en cuando, empezando por De la Torre, que podría tener el detalle de darle un piquito a Dani Pérez o tal vez Cassá a Zorrilla, pero no en plan rijoso ni beso de Judas, ni sobarse, un besito de cariño, como de hermano, todos a una, todos hermanados en la búsqueda del bien común del malagueño, crispado también a veces y por cierto a causa del ruido, la falta de limpieza, las interminables obras en el centro, hecho un Cristo, los atascos, los patinetes, la falta de equipamientos en algunos barrios, las farolas cochambrosas o la falta de educación. Una moción con emoción sincera, emocionante, nada crispante ni crispadora ni Crispín Klander. Sin acritud.