Tonto el que no entienda. El bebé a la izquierda, que es la mano que mece la cuna. La derecha escribe en el teclado como puede: índice anular índice anular pulgar índice índice anular... corazón.

Una ballena pintada en la portada de esa versión de Moby Dick que, como el Quijote, casi nadie ha leído, pero todos creen saber cómo es la historia. Junto a ese libro tan denso y tan adulto que los de antes creen que es literatura juvenil (y que Melville es el mago Merlín, y no el rebelde galés del siglo VI ni el de la leyenda artúrica, sino el de Disney) hay otro libro de pastas duras y gran colorido que se titula El pedo más grande del mundo que, me contaba mi otro hijo divertido el sábado pasado, es el pedo que al final del cuento se tira el ratoncillo no el elefante. Claro.

La izquierda sigue meciendo. El llanto de un recién nacido tiene el impacto de un meteorito rebotando en las paredes de la habitación que utilizo como despacho. Trabajar en casa, dicen. Por los cojones.

Por otro lado, también, el culo de un niño, como el del ratoncito del libro de Rafael Ordóñez, puede producir repetidas y pastosas excrecencias que conviene no confundir con simples y benditas ventosidades (cuando los gases no salen de esa tripita el llanto vuelve a convertirse en una amenaza mayor, mientras trabajas, que la que supone una erupción del Etna en Catania, la italiana provincia donde nació Franco Battiato, cuyo Centro de gravedad permanente suena, mientras escribo esto que está saliendo, de fondo). Si el mensaje correctamente interpretado no es hambre, sino es el de que el pañal está completo, conviene dejar de escribir, agarrar al niño con cuidado de la cuna, sujetándole siempre la cabecita por atrás, ya que aún no tiene la musculatura ni el control suficiente para aguantarla por sí solo, y dirigirte al cambiador, ese práctico armatoste que ocupa la tercera parte del cuarto de baño, para proceder al cambio de inmediato. ¿Habrá cambiado Battiato pannolinos (pañales en italiano) ?, me pregunto, mientras intento evitar que mi hijo no se convierta en un manneken pis y me vuelva a pillar desprevenido como anoche que, cuando ya estaba limpito, terminé teniendo que cambiarle toda la ropilla además de ponerle un nuevo 'pannolino'.

Tonto el que no entienda, cuenta la leyenda... Vuelve a sonar Mecano. Tengo sólo un auricular en la oreja derecha, en la otra oreja tengo puestos los ruiditos que hace el niño. Una vez entrevisté a José María Cano en Madrid, llevaba una chupa de aviador a pesar del calor que hacía en el estudio 1 de Antena 3 Televisión y le pregunté por Hijo de la luna. Ahora, 27 años después, intento escribir este ¿artículo? antes de que la luna salga y con una sola mano por estar meciendo con la otra a mi hijo.

Las prestaciones de paternidad superaron el año pasado y por primera vez a las de maternidad. Era noticia ayer. La sociedad va más rápida que las leyes y ciertas mentes. Aunque ambas prestaciones bajaron en número. Quizá porque muchos autónomos no podemos disfrutarlas. Sólo ejercemos de padre.