Ha habido cierto alarmismo al confirmarse el crecimiento del PIB del 2018, un 2,5%. Es exagerado, lo demuestra la creación de empleo en el año, nada menos que 566.000 puestos de trabajo. El pesimismo tiene algo de patológico o políticamente motivado (el gobierno del PSOE lo hace todo mal), pero la complacencia inconsciente (hemos salido de la crisis y nos podemos permitir todo para reparar los daños sociales de la crisis) no es tampoco la actitud adecuada.

La economía va bastante bien, pero hay sombras que obligan a no bajar la guardia. El PIB creció un 0,7% en el último trimestre del 2018 frente al 0,2% de la zona euro. Está muy bien. Y en todo el año el crecimiento fue del 2,5%, el doble que Europa.

Llevamos ya cinco años de crecimiento, desde el 2014, y aunque el 2,5% está lejos del pico del 3,6% del 2015 es un crecimiento respetable. Pero en este panorama rosado hay tres señales de alarma. Una, la demanda interna ha tirado más que el sector exterior (2,7% frente a -0,3%) porque las exportaciones (1,8%) han crecido menos que las importaciones. Dos, la desaceleración mundial no puede dejar de afectar a una economía, como la española, que ya es muy exportadora. Y ello tirará a la baja nuestro crecimiento.

Tres, el PIB ha crecido, pero por primera vez desde la salida de la crisis el sector industrial ha tenido un comportamiento negativo porque ha caído un 1,1% que ha sido compensado por el aumento de otros sectores como los servicios (2,9%), la agricultura (3,6%) y la construcción (6,1%). ¿Poca industria y demasiada construcción como antes de la crisis?

La caída del sector industrial se debe en gran parte a la desaceleración de las exportaciones y ha afectado a la industria alimentaria y al automóvil, dos de nuestras fuerzas. La competitividad sigue siendo una asignatura. ¡Cuidado!

Vamos al empleo. La población activa (la que quiere trabajar) ha subido en 103.000 personas, un 0,46%. Positivo signo de dinamismo. El empleo ha aumentado en 566.000 personas, 531.000 asalariados. Y en los asalariados, el 69% ha sido de trabajadores con contrato indefinido. No es cierta pues la crítica de que sólo se crea empleo precario. Cierto que hay exceso de temporalidad, pero cuidado con la cirugía de una reforma laboral que ha ayudado a crear empleo. Parece lógico que las empresas suban salarios en función de sus resultados, no del sector al que pertenecen.

Además, el empleo replica la misma señal de alarma que el PIB. Creció en los servicios (428.000), la construcción (136.000), la agricultura (4.900), pero la industria destruyó 3.000 puestos de trabajo. ¡Cuidado!

La tercera señal de alarma es el elevado nivel de deuda pública. El déficit público anual, cuando se acumula, genera deuda. Y esta deuda, si alcanza determinado volumen, se autoalimenta (por el pago de intereses), reduce la confianza en el país y puede crear graves problemas de financiación de la economía en caso de crisis internacional.

En este momento la deuda no es un problema tan grave como en lo más álgido de la crisis por dos motivos. Los tipos de interés están muy bajos y España ha reducido su déficit público del 10% al 3%. Por eso las tesis que dicen que el déficit público no debe aumentar, pero que tampoco necesita una gran corrección porque deben tener prioridad los equilibrios sociales (la actitud de fondo del gobierno de Sánchez), es perfectamente defendible. No es grave que el déficit público este año no sea inferior sino algo superior al 2%, aunque siempre por debajo del 3% que es el límite que marca la UE y que tendría consecuencias negativas.

Pero, cuidado, porque esta permisividad sólo puede ser provisional. Si el PIB crece menos que el porcentaje del déficit sobre el PIB, lo que podría llegar a pasar, la proporción de deuda pública sobre el PIB aumentará. Y esto es algo que no podemos permitir que se repita, o convierta en costumbre, porque dañaría a la economía y al bienestar social.

Muchas críticas al proyecto de presupuestos son fundamentalistas o farisaicas. Pero tener una deuda pública superior al 60% del PIB no es aconsejable y llegar al 90 o 100% puede ser peligroso.

Y a finales del tercer trimestre España tenía una deuda del 98% del PIB que no ha descendido en estos años de crecimiento. En el futuro tendremos que reducir este porcentaje ya que la media de la zona euro (86%) está bajando. Tener una deuda doce puntos por encima de la media de la zona euro es temerario. Máxime cuando vemos los países que están peor que nosotros y los que están mejor. El modelo no puede ser Grecia (182%) o Italia (133%) ni Portugal (125%) sino países más prósperos -y con mayor justicia social- como Alemania (61%), Austria (78%), Dinamarca (35%), Suecia (38%) y Holanda (52%). Y ya vemos las dificultades estructurales de Francia con una deuda similar a la nuestra (99%)

Más deuda pública no es signo de mayor riqueza ni de mejor equilibrio social. Más bien todo lo contrario. Cuidado pues con el déficit público que genera deuda. Nadia Calviño y María Jesús Montero no lo pueden olvidar.