Los Estados Unidos de Donald Trump no parecen resignados a ver cómo ascienden a costa suya otras potencias y no quieren renunciar a su acostumbrado papel de gendarme universal.

Basta con leer noticias como la que daba el otro día en portada un gran diario de Madrid: «Trump exigió a España y a la UE romper todo diálogo con (Nicolás) Maduro». Nada de negociación o diálogo: sólo exigencias.

Según contaba el periódico, el embajador de EEUU en Madrid avisó al Gobierno de Pedro Sánchez «horas antes de que (Juan) Guaidó se autoproclamara presidente interino» de Venezuela de que Washington le reconocería como el único legítimo.

Y presionó a nuestro Gobierno, como al resto de los de la UE, para que no se aprobara la creación de ningún grupo de contacto porque, según Washington, no había nada más que hablar con Maduro. ¡Así de claro!

Por lo que sabemos de otros embajadores de EEUU en la UE, como el que ejerce en Berlín, a veces actúan como si fueran gobernadores de las provincias del imperio y no representantes de un país supuestamente aliado. Lo hemos visto, por ejemplo, con el tema de las sanciones a Irán, a las que se oponen los europeos.

Por lo que se refiere a Venezuela, Estados Unidos ha apostado desde el primer momento por Guaidó sin que parezcan importarle demasiado las consecuencias que la ausencia de diálogo con Maduro en busca de una solución acordada y pacífica puedan tener para un país tan polarizado.

Los llamamientos de Washington al Ejército para que rompa con Maduro y se ponga de parte de un político a quien su juvenil arrojo y una serie de circunstancias favorables situaron al frente de una oposición antes desunida pueden hacer que estalle aquel polvorín.

Pero no es de extrañar tal firmeza a favor de un golpe militar en vista del personaje al que se ha encomendado impulsar el cambio de régimen: el veterano diplomático Elliott Abrams, involucrado en su día en el escándalo Irán-contras y en la guerra civil salvadoreña y acusado de encubrimiento por Human Rights Watch.

Mientras tanto, la propaganda a favor del golpe «in fieri» sigue su curso: los medios publican fotografías mostrando al fotogénico Guaidó -¿han observado su parecido con Barack Obama?- sonriendo mientras sostiene en brazos a su hija pequeña o rezando como buen cristiano en una iglesia de Caracas.

Y, acorralado por las sanciones del país que por mor del dólar sigue dominando la economía global, el torpe Nicolás Maduro no parecer ver otra forma de aguantar que endureciendo la represión interna y devolviendo los insultos a quienes desde fuera le llaman «tirano».

Con la economía por los suelos por culpa de la mala gestión y la corrupción , con cada vez más venezolanos obligados a salir del país, ¿hasta cuándo resistirán los mandos del Ejército los cantos de sirena del «amigo americano»?