Hay quienes dicen haber alcanzado la iluminación en vida, y quienes pretenden alcanzarla a base de renuncias. No me fío ni de unos, ni de otros. Y menos aún de aquellos iluminados que establecen constantes dualidades y hablan del verdadero yoga como si fuera un objeto que sólo ellos conocen, algo inalcanzable para el resto.

El intelecto y el miedo a morir nos llevaron a darnos demasiada importancia y a separarnos de la naturaleza. Este hecho es el germen del progreso y a la vez de la guerra, de la desigualdad y de la destrucción del planeta.

El yoga nos ayuda a equilibrar cuerpo y mente y a sentir que formamos parte de un todo. Prefiero el término Naturaleza pero hay quien lo llama Consciencia Universal o Dios. Somos ese todo manifestado en millones de seres y formas.

¿Cómo podemos hablar de verdadero o falso si yo soy tú y tú eres yo?

Como mucho, tal vez podamos observar que cada uno está en un proceso con unos matices concretos. Pero en realidad no deberían existir jerarquías, ni diferencias entre alumnos y maestros de yoga. Más bien al contrario, sólo distintos procesos al servicio de la Consciencia Universal, maestra que se manifiesta en todos y cada uno de nosotros. Sólo hay que encontrar el tiempo y el espacio para pararse a escucharla.

No me interesa alcanzar la tan venerada iluminación. Me parece un estado de lo más aburrido. Tal vez haya tiempo de experimentar algo parecido cuando me esté despidiendo del mundo. Mientras, prefiero disfrutar de mis sentidos y vivir con pasión. No creo que haya nada de malo en ello. Y disfrutar y reconocer a aquellos que también tienen el valor de aceptar sus apegos sin culpabilidad, ni obsesión.

La contradicción humana nos define y es esencialmente hermosa además de muy útil para la creación. ¿Cómo podríamos crear algo si renunciáramos a hacernos preguntas, si renunciáramos a cierto conflicto interno?

Si en torno al yoga se ha organizado una jerarquía y un gran negocio es del todo inevitable porque tenemos esa necesidad de etiquetar y convertirlo todo en algo productivo. Y a la vez somos visuales y estetas. Somos así, más vale aceptarlo.

Los yoguis hindús practican yoga con la naturalidad de quien no tiene tantos medios, sobre el suelo y vestidos de cualquier manera. No se plantean tanta parafernalia. No sé si alguna vez habéis oído hablar de los Sadhus. Son unos personajes increíbles, ascetas que renuncian a lo material y que peregrinan desnudos o semivestidos con sus mantas azafranadas por los centros místicos de la India. Sobreviven gracias a las limosnas que de buen grado les da la gente.

Al contrario que en Occidente, en India vivir de la limosna no tiene nada de humillante. Muchos Sadhus han sido padres y profesionales y viven su etapa de ascetas como una etapa más de la vida. Practican yoga y meditación. Algunos fuman cannabis. Imaginad si aquí fuéramos a un centro de yoga y nos encontráramos con un profesor así. Probablemente la policía lo detendría por escándalo público.

No sé lo que es el verdadero yoga pero creo que hay cosas que es mejor no razonarlas tanto y sentirlas.