Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que cualquier práctica deportiva era considerada saludable. Siempre situábamos en muy segundo plano el riesgo que entrañaban disciplinas de contacto que, además de forzar nuestras articulaciones y musculatura, podían someternos a graves lesiones. Ahora la tendencia mundial marca (afortunadamente) otros caminos.

Porque en estos tiempos lo cardiosaludable no sólo dicta la dieta óptima, sino también el movimiento de nuestros cuerpos y hasta la fórmula magistral para evitar ciertas enfermedades graves. Informes de los más prestigiosos facultativos nos recomiendan desde hace más de un lustro la necesidad de que realicemos sesiones diarias de al menos 30 minutos, de intensidad moderada y ritmo cardiaco a la vista de nuestros ojos. La gran cantidad de aplicaciones para móvil y de relojes que miden los pálpitos de ese órgano tan importante facilitan sobremanera este último aspecto.

Lo cardiosaludable, como tantos aspectos cotidianos, pasa por no excedernos. En el equilibrio está la virtud, como bien sabemos. Por eso es necesario en estos tiempos de carreras aceleradas y en los que apenas digerimos (ni la comida ni tantos megas de información que a diario ojeamos) buscar la mejor relación. No de calidad-precio, que también, sino de beneficios-riesgos.

Organismos como la Sociedad Española de Cardiología o la Fundación Española del Corazón nos recomiendan practicar el senderismo, la tan saludable caminata a buen ritmo, para abrir al máximo nuestros corazones. Así ganaremos en capacidad para el transporte del oxígeno y de los nutrientes hasta cada uno de los más remotos rincones de nuestro cuerpo. Evitaremos asimismo esos tan temidos coágulos que han padecido hasta determinados deportistas de elite. Tal vez el caso más sonado fue el de la tenista Serena Williams. Pero la lista es infinita si no nos ceñimos exclusivamente a la práctica profesional.

También figura en el top de los deportes cardiosaludables la natación, porque implica el movimiento de grandes grupos musculares de una forma repetitiva y por periodos largos de tiempo. Al no haber cambios bruscos, la presión arterial y la frecuencia cardiaca se altera de una manera acompasada, mejorando nuestra capacidad aeróbica y la expansión del tórax.

Ahora que los patinetes eléctricos se han adueñado de las grandes ciudades españolas y de sus cada vez más numerosos carriles bici, tenemos que insistir de nuevo en la necesidad de recurrir al ciclismo moderado. Pasear en bicicleta es otro de esos ejercicios isotónicos que con regularidad y sin la intensidad del deporte competitivo permite que movamos la mayoría de los músculos de nuestro cuerpo. Mejoraremos así la capacidad de nuestros pulmones, a la vez que ponemos a punto el aparato locomotor sin riesgo de lesiones.

La lista la completa el golf, deporte con inmejorables instalaciones en la Costa del Sol y que, practicado a baja intensidad y con un buen calentamiento previo, nos reporta los beneficios de caminar al aire libre con los de realizar giros dinámicos.