Javier Arenas volverá a ser senador del PP por designación autonómica. Cualquier día los populismos suprimirán el Senado y cuando estén dándole a la piqueta se encontrarán ahí a Arenas, sonriente, majete y trajeado intentando darles un abrazo. Arenas es justo y necesario. Aunque no sea nuestro deber ni salvación. En todas las cámaras debe haber un Arenas. Arenas es un partido en sí mismo. El partido de sí mismo. Una corriente, una ideología, una supervivencia, un traje y un hábil pasillear. Arenas sirve para que Rajoy lo llame un día aquejado de melancolía y tomen un croquetamen con dos cañas en el centro de Madrid. Arenas es el embajador de Andalucía en Madrid pero es embajada de sí mismo por los pasillos de esa casa, que es casoplón. Arenas ha sido dos veces senador: entre el 93 y el 2000 y desde 2008 hasta ahora. Fue senador cuando no tenía cara de senador y es senador ahora, que muchos le achacan tener mucha cara. Una vez sacó el doble de escaños que Moreno Bonilla ha sacado ahora. En 2012. Pero sólo le sirvió para ser senador, o sea, ningún senador ha hecho tanto mérito. Hay senadores que están ahí porque en algún sitio hay que aparcar a la gente, si bien esta generalización, aunque senatorial, es algo tonta.

Arenas es un género periodístico, el paradigma de político, un democristiano en país sin democristianos y un centrista con querencia a los señoritos que sin embargo se camela bien a los sindicalistas. No gana ni a las chapas pero ahí va ganándole la partida a la vida, o sea, siempre en el machito, siempre buen sueldo, siempre a lo que el partido diga si es que no soy yo el que dice lo que hay que hacer. Arenas atesora un capital político y una experiencia que no es sensato tirar a la basura, dicho esto sin intención de zaherir a los que opinan que no se le ha ocurrido una idea en la vida. Ocurrencias sí. Es un hombre de gran experiencia, aunque para ser senador no importa la experiencia en el Senado y sí conocer a quien elige a los senadores. O, en caso de concurrir a elecciones, ser amigo del que hace las listas al Senado. Yo para Arenas quiero el Consejo de Estado o una embajada cómoda y cercana, tal vez Austria, que sin dar el trabajazo que da Alemania no es un país fallido como Bélgica o una pequeñez como Andorra. En Suecia hace mucho frío y en Dinamarca la gente se aburre tanto que le pone pepinillos al salmón ahumado.