Publicaba el otro día el novelista y premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa un artículo en un diario nacional bajo el título de "Largo camino hacia la libertad".

Hacia "la libertad de mercado", habría que precisar, porque ésa es la única que busca una y otra vez Estados Unidos con sus intervenciones en los asuntos ajenos bajo el siempre socorrido pretexto de la defensa de los derechos humanos.

A veces, esas intervenciones se convierten en auténticos desastres, por lo menos para las poblaciones, como ocurrió en Irak o Libia, con las consecuencias que todos conocemos y seguiremos años padeciendo.

Pero no se preocupen. Las empresas de aquel gran país siempre sacarán tajada: ya sea con el negocio del petróleo, con los contratos para la reconstrucción del país que destruyeron o con el rearme de su Ejército.

"Algún día, no lejano, se escribirá una gran novela tolstoyana sobre la heroica lucha del pueblo venezolano", escribía también en tono épico el autor de "La ciudad y los perros".

No se pueden discutir muchas de las acusaciones que vierte el novelista en su artículo contra el presidente Nicolás Maduro, un dirigente en el que se juntan la torpeza política y la total falta de carisma, lo cual le distingue totalmente de su antecesor, Hugo Chávez.

Según el premio Nobel de 2010 y hoy prolífico ensayista ultraliberal , Chávez, primero, y luego Maduro "compraron a la cúpula militar, entregándola prácticamente al negocio del narcotráfico" de tal manera que muchos oficiales "se han hecho ricos y tienen sus fortunas en paraísos fiscales".

Son acusaciones graves salidas de los servicios secretos de Estados Unidos y de la oposición venezolana, y no será uno quien las niegue, entre otras cosas por no disponer de pruebas "a contrario sensu".

Pero resulta enternecedor en cualquier caso el adanismo que atribuye Vargas Llosa al movimiento encabezado por el diputado autoproclamado presidente Juan Guaidó cuando son públicos y notorios sus contactos con el Gobierno de Donald Trump.

Creo que no le falta razón al jurista Javier Pérez Royo cuando, en un artículo reciente, hablaba de las instrucciones que debió de recibir Guaidó de Washington para que se autoproclamase presidente de Venezuela, lo cual daría a EEUU el pretexto perfecto para intervenir, llegado el caso.

El presidente Donald Trump y su equipo de halcones, encabezado por John Bolton y algún otro siniestro personaje como Elliott Abrams, no quisieron contar esta vez con nadie - ni falta que les hace- y obligaron así a otros, entre ellos los gobiernos europeos, a reconocer a su ungido.

Ha habido en cualquier caso voces en Estados Unidos opuestas a la intervención: entre ellas, la del ex aspirante a la candidatura demócrata a la Casa Blanca, Bernie Sanders, o la de la joven representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez .

También las de un grupo de intelectuales de izquierda encabezados por el famoso lingüista y activista Noam Chomsky, que advierten en carta pública de la polarización de Venezuela y piden al Gobierno de Washington que deje de apoyar a quienes buscan derrocar a Maduro "por vías no democráticas".

Pero esas voces y otras han quedado ahogadas por la omnipresente propaganda en contra de cualquier intento de diálogo y a favor del derrocamiento del "tirano" Maduro.

Sólo cabe confiar en que éste termine abandonando el poder tras un proceso de negociación como el que proponen Uruguay y México y apoya Europa, y el pueblo pueda salir de la actual miseria sin que haya al final un baño de sangre, del que todos serían responsables.