La carta que Maduro ha enviado al Papa nos trae a la memoria otra carta que Cánovas envió a la Santa Sede, aunque por motivos distintos. Que Maduro haya solicitado la mediación del Papa en el conflicto que vive Venezuela no es algo novedoso. Otros mandatarios se han servido de la diplomacia vaticana para que intervenga en situaciones críticas internas o con otros países. La Santa Sede ha ejercido siempre un influyente rol mediador internacional. En esta carta, que no es la primera que Maduro dirige al Sumo Pontífice , apelando siempre a que «está al servicio de la causa de Cristo», le «ha pedido ayuda en el proceso de facilitación y de reforzamiento del diálogo». El Papa ya ha manifestado su voluntad de mediar siempre que lo solicite también la otra parte: «para que se produzca una mediación es necesario que ambas partes lo pidan». Este hecho nos brinda la oportunidad para recordar hoy, que se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del insigne malagueño, una carta firmada por Cánovas dirigida a la Santa Sede, publicada en la prensa de Roma elogiosamente y reproducida en el periódico madrileño La Época el 16 de marzo de 1886. Sirva, por tanto, este recordatorio para conmemorar su nacimiento, ocurrido el 8 de febrero de 1828 en Málaga, en el nº 9 de la calle Nuño Gómez, de desagradable tránsito actualmente, y en el más lamentable estado ruinoso de su Casa natal.

La carta de Cánovas va dirigida a monseñor Jacobini, secretario de Su Santidad León XIII, para dejar constancia del agradecimiento que sentía al haber recibido el Breve Pontificio por el que «se ha dignado conferirme el egregio honor de Caballero de la insigne Orden de Cristo». Este galardón se debió a que Cánovas, como primer ministro, había aconsejado a su Majestad Alfonso XII que aceptase los buenos oficios del Santo Padre para que interviniese como mediador durante las diferencias entre Alemania y España, «felizmente terminadas por la mediación eficacísima y justa de la Santa Sede». ¿Cuál era el conflicto entre ambos gobiernos de Alemania y España? No era otro que el largo litigio sobre el dominio de las Carolinas, un archipiélago en el Pacífico que reclamaban ambos países. En los tiempos gloriosos del Imperio fue colonia española, pero después fue abandonada, circunstancia que aprovechó Alemania para hacerse con ella.

Años después Cánovas rompió el silencio y, bien documentado -le sirvieron los trabajos de investigación en Simancas- dictó el Real Decreto de ocupación efectiva del archipiélago, estableciendo un gobierno político-militar en la isla de Yap, nombrando al gobernador y enviando un crucero de guerra y otros barcos. No tardó Alemania en atribuirse el dominio, y según los historiadores se inició el litigio con un cambio de notas entre los Gobiernos que presidían don Antonio Cánovas y «el Canciller de Hierro», y contra la acción imperialista de éste, fue enérgica y unánime la acción de repulsa de la Prensa española. Siguieron las réplicas y contrarréplicas, que terminaron con la mediación papal. El canciller alemán Otto von Biscmarck, el «Canciller de Hierro», de fe luterana, por una parte, y el rey de España, Alfonso XII, por consejo de Cánovas, por otra, de mutuo acuerdo buscaron dicha mediación. Ambos deseaban negociaciones amistosas, pues ningún Gobierno quería la guerra. En consecuencia, «el Sumo Pontífice dictó el 'laudo' el 22 de octubre de 1885 de conformidad con el punto de vista español». Esa fue la clave de la concesión del nombramiento de Caballero de la Orden de Cristo a Cánovas, que por cierto, también le fue concedido a Bismarck, primer protestante que lo recibió. Sin embargo, advertimos que los biógrafos en ningún momento hacen alusión alguna a la misma concesión hecha a Cánovas, lo que nos lleva a la conclusión de que ignoraban este dato, que por otro lado parece obligado comentarlo al haber citado el de Bismarck. Es evidente, no conocían esta carta que aportamos ahora. Queremos subrayar, por tanto, que se trata de un dato de la vida de Cánovas que añadimos como novedad en su biografía, que ha sido posible gracias a la revisión de la prensa de Madrid que hemos hecho sobre los textos firmados por Cánovas.

Los términos del agradecimiento de Cánovas hacia S.S. son muy expresivos, nobles y sinceros, propios de un fervoroso servidor de la suprema autoridad de la fe que profesaba y del creyente que abierta y públicamente se manifiesta: «no tuve que seguir otros impulsos que los de mi corazón, sinceramente católico, los de mi amor filial al Santo Padre€» Gracias a esta carta publicada en la prensa hemos sabido que Cánovas fue nombrado por la Santa Sede Caballero Insigne de la Orden de Cristo, distinción que habrá que sumar a otras muchas que sí figuran en su biografía.