Cuando llegó Todo es mentira a Cuatro vi el estreno con un asomo de gozo, luchando conmigo mismo para combatir el prejuicio que me despierta el nombre de La fábrica de la tele, la productora del formato que, en teoría, nació para desmontar noticias falsas con el acelerador del humor, productora que también firma programas basura como Sálvame o Socialité, chuminadas de mucho octanaje donde la exageración, el amaño, y la mentira organizada en un sumario atroz y circense mantiene a su audiencia con la dosis de toxicidad suficiente para seguir pidiendo más y más. La fábrica de la tele es maestra en fabricar espectadores basura. Así que al saber que Todo es mentira es de La fábrica de la tele, negocio que es a Telecinco como Casado a Aznar, se me erizó la testuz, se me nubló la dignidad, me afilé las uñas, y casi empecé a escribir antes de ver la función, pero no, me contuve y esperé a ver qué hacía Risto Mejide y su equipo. Y juro por san Paolo Vasile, que está en el cielo abriendo las puertas del chiringuito de Mediaset, que me gustó. Pero me gustó unas horas, apenas un suspiro. La audiencia de la cadena, acostumbrada a urdiembres pestosas y gruesas como un cuesco de los tócame la flor de Gran hermano, o de Mujeres y hombres y viceversa, miró a otros estercoleros menos irónicos, menos exigentes, con menos necesidad de al menos estar al corriente de la actualidad social, política o económica, y empezó a perder la batalla contra Zapeando, su adversario natural, al segundo encontronazo. Malo. Esta empresa lo tiene claro. Cuando un programa no tira, toma un camino. El mismo camino. Echar mano de La fábrica de la tele en todo su esplendor, haciendo lo que sabe hacer, es decir, elevar el chisme y la información gruesa a categoría de entretenimiento facilón. Y entonces llegó la claudicación alucinante de Todo es mentira. Y no porque el formato se haya metido el rabo entre las patas sino porque Risto Mejide, tan quisquilloso, tan duro, tan farruco cuando habla con sus invitados en Chester -la ministra Margarita Robles, a su paso por el programa, dice la web de la cadena, esquiva las balas de Risto- se haya bajado los gayumbos como una Sonsoles Ónega cualquiera, que hizo lo propio con su Ya es mediodía, que de anunciarse en Telecinco como un programa serio de actualidad y debate político quedó en cuanto bajó la audiencia en la mierda que es hoy, otra memez que habla con la importancia que merece con chusma como una señora ordinaria llamada Alba Carrillo y otras criaturas fabricadas por Mediaset.Revancha de Tania

Si en el mismo instante en que Risto Mejide y sus colegas de Todo es mentira vieron en el guión que iban a tratar la salida de Íñigo Errejón de Podemos para meterse bajo las enaguas de la abuela Manuela Carmena y Más Madrid como lo tratan Ya es mediodía o Sálvame hubieran dado un salto, hubieran abandonado en bloque el plató, y hubieran hecho una monumental peineta, Todo es mentira quizá ya no estaría en antena, pero sin duda la dignidad de la cadena, del presentador, de los colaboradores, y de la audiencia habrían alcanzado cotas de magia catódica nunca vistas. ¿Fue así? Está claro que no. ¿Y qué hizo el Sálvame versión Todo es mentira, el Socialité de una inenarrable María Patiño versión Todo es mentira? Por cierto, ¿es que le interesa a Socialité, esa cita con el chisme de baja catadura, la política? Me parto. Le interesa la política como al nuevo Todo es mentira hacer de sus guiones un formato con garra e ironía. El programa de la mari Patiño se entristeció al enterarse de que la familia de Zaplana -ya libre, con sus millones a resguardo, dice la juez- no vive su mejor momento ya que, tocada por la desgracia, no sólo tiene leucemia él sino que la misma enfermedad se le ha detectado a su mujer, Rosa Barceló, reportaje que firmó con la felicidad de un carnívoro ante un filete de vaca Javier de Hoyos. Vuelvo al tratamiento en Todo es mentira de la salida de Errejón de Podemos. Que ha sido por despecho de Tania Sánchez -anterior pareja de Pablo Iglesias-. Esta teoría, rancia, ridícula y machista, es una afrenta para cualquier espectador con un mínimo de dignidad. Esto se va pareciendo más a Betty la fea, decían, mezclado con la venganza del Conde de Montecristo. El cavernícola del periodismo bufo ultraconservador Jiménez Losantos apunta la misma idea, que otros medios digitales, sin prestigio pero rancios como un aceite pasado, llevaron en sus titulares.

No me toque

Por si faltaba algo en la debacle, en el derrape hacia territorios de exageración, llevando el modelo de Sálvame, que hace de la nada un mundo, una impostura, al plató de Todo es mentira, intentan hacerse las víctimas y hablan de censura. De censura política. En el estudio se ponen tensos e intensos, con caras largas, como si fuera otro show de la gran actriz Mila Jiménez en uno de sus dramáticos diálogos con el insustancial Rafa Mora, y uno de los colaboradores da paso al vídeo diciendo que Natalia Lombardo, nuestra reportera, acude a Guadalajara donde Pablo Casado visita un centro de empresarios, pero hete aquí que alguien de su equipo impide que la periodista le pregunte «porque ya habéis tenido ocasión de hacerlo en la rueda de prensa y ahora tiene una conversación privada y no es momento», pero la intrépida reportera insistía metiéndose con el micro como una culebra entre la gente al estilo de Caiga quien caiga, aunque, viendo la escena creo que buscaba eso, que alguien la frenara, y ocurrió, y entonces vino el consabido «no me toque, yo sólo hago mi trabajo». Bingo. Ya está. Las preguntas al líder del PP a quién le importan ya. Tienen lo que querían, como cuando hace tiempo los de Aquí hay tomate perseguían y tocaban los cojones de los famosos hasta que estos, cabreados como monas, se revolvían y se cagaban en lo más sagrado. Esa era la noticia. ¿Qué productora estaba detrás de Aquí hay tomate? Nuevo bingo. La fábrica de la tele. La misma escena, con el mismo diálogo -sólo estoy realizando mi trabajo, no me toque, no me empuje- consiguió la misma reportera cuando trató de hablar con la alcaldesa Manuela Carmena. Risto, hombre, a ver si es verdad que todo es mentira.La guinda

¿TVE libre?

Da gusto ver por la mañana la tertulia de Xabier Fortes, que ha dado a Los desayunos de La 1 la dignidad, pluralidad, y olfato periodístico que perdió con el mamporrero del PP Sergio Martín, que en olvidada vida viva. El otro día dio la enhorabuena a Jordi Évole por su exclusiva mundial con la entrevista a Nicolás Maduro. Pues bien, la Plataforma TVE libre se indigna por ello y pide nada menos que su dimisión o cese. Qué cínicos.