Cuando veo a los actuales gobernantes de Italia me dan arcadas, por su zafiedad (cuestión de gustos), pero no creo que su apoyo a los chalecos amarillos enfrentados a Macron sea una intromisión tan grave. Si Europa existe de verdad no debería extrañar que los países se metan en asuntos ajenos, pues propiamente ya no son ajenos. Convendría ir elaborando un mínimo código de conducta al respecto, pero los políticos españoles podrían abrir brecha, y las próximas elecciones europeas son una ventana de oportunidad. Por ejemplo, Pablo Iglesias podría hacer campaña en Sicilia en defensa de la acogida de inmigrantes, Casado dar un mitin frente al Arco de Triunfo de París pidiendo el olvido histórico del colaboracionismo del Gobierno de Vichy, y Teresa Ribera, todavía ministra de la transición energética, manifestarse en Colonia en pro del cierre de todas las centrales alemanas de carbón.