Hoy puede ser un gran día. O: «hoy puede ser un Gandía», que diría el surrealista. Hoy Pedro Sánchez anunciará si hay adelanto electoral. No un gran día por el hecho de que vaya a haber elecciones pronto, un gran día por la emoción que estas cosas traen. Por la expectación. Como esa expectación del sorteo de la Champion o del día de la Lotería de Navidad. Uy, qué nervios.

Tal vez sea usted lector vespertino y a esta hora ya se haya producido la noticia. En cualquier caso, leer esta columna seguiría teniendo emoción, dado el riesgo que uno asume haciendo vaticinios. O a lo mejor ha hecho usted una porra con los compañeros de trabajo o farra, en plan yo 28 de abril, pues yo 14, pues yo digo que resiste.

En cualquier caso, a la hora de escribir estas líneas, lo importante es prepararse una gran ceremonia para recibir la noticia. Hay que pedirse el día libre, sí, sí, donde va a parar, esto es una ocasión histórica.

-Oiga, que hay más elecciones que ventanas.

-Nada, nada, ocasión histórica

Día libre. Dormir a pierna suelta, incluso a brazo suelto, hasta pasadas las diez para levantarse descansado. Habremos sido previsores y en casa habrá cruasanes de mantequilla, de esos que engordan como un demonio, dan colesterol y además son un poco más caros, pero oiga, es que la ocasión es histórica. Bien duchado y desayunado, con nuestro mejor batín será la hora de un segundo café, tenga en cuenta que los consejos de ministros deben ser largos y enjundiosos en debate y no es descartable que el titular de Agricultura se empeñe en un debate sobre aranceles o que al de Fomento le dé por poner en valor un tren o un avión y entonces la cosa se eternice. Cuenta Alfonso Guerra en Una página difícil de arrancar (Planeta), que en el primer Consejo de Ministros de Felipe González hubo un ministro que comenzó a hablar sobre un asunto queriendo luego someterlo a votación, tras lo que el propio Guerra tuvo que decirle, aquí se viene a obedecer al presidente, no a debatir. Pondremos la tele. Nada de Netflix. Miraremos por la ventana a ver si el cielo es ocre, aunque en realidad el cielo ocre es como de poemas o telefilmes, yo no he visto nunca un cielo ocre, si acaso gris o azul o manchado de nubes, rojizo al atardecer o plomizo. Cielo velazqueño de Madrid, lluvioso de Bilbao o cielo envidiable de Málaga, qué se yo, pechá de cielos, asunto importante sin embargo para alguien aficionado a estar en las nubes.

Bueno pues, bien sentaditos, luego de la lectura de nuestro columnista favorito y la visión de algún tuit espoleante, y conjurada la tentación de un segundo cruasan ante la clara perspectiva de un vermú con aloreñas al final de la mañana, miraremos y oiremos el resultado, la fecha, el día elegido y señalado. Y sacaremos nuestras propias conclusiones. También sacaremos camisa limpia y elegantes zapatos. Para lanzarnos a la calle, a disfrutar de esos instantes que no vuelven, a pasear con ilusiones en el bolsillo. A aprovechar el día, hoy, viernes, único, irrepetible, nuestro. Vicesábado. En el que la vida sigue. Y ya saben aquello de Tierno Galván, «Esto son tres días, dos de ellos laborables».