Primavera electoral. La releche. Vamos a las urnas; hay que llenarlas de votos. Que nadie se quede en casa. El objetivo de la izquierda (que en Andalucía se quedó sesteando) es movilizar al 32% de indecisos y de quienes no fueron a votar. Sus razones tendrían, digo yo. Analizar por qué lo hicieron, es el primer paso de la izquierda si no quiere que la derecha, el llamado Frente Nacional, la envíe al lugar de llanto y crujir de dientes. La izquierda es soberana para impedirlo. Lo que no sé es si podrá o querrá. Mientras, la derecha, dividida en tres, está cohesionada para hacerse con el poder. Casado, Rivera y Abascal lo tienen claro. Hay que echar a los locos que querían llevar a la ruina a este país, llamado España. Casado se envuelve en la bandera y la lucha con Vox es a ver quien la tiene más larga, más grande y más rotunda. El espíritu de la Legión a escena. Votantes a morir por la unidad de España y hacerles tragar a los catalanes el amargo hisopo del 155. Como diría Vox, «guerra al infiel».

Un mes de abril (día 28, generales), antesala de lo que está por venir, en el terreno electoral, el 26 de mayo (locales, autonómicas y europeas). Como para no respirar. Quienes estuvimos en la denostada Transición nos felicitamos. Las urnas es la imagen real de la democracia. Habrá que llenar de votos las urnas, sin miedos al futuro, sino todo lo contrario. El pueblo es soberano y podrá, en uso de su libertad, confrontar ideas, proyectos y promesas de unos y de otros. Del Frente Nacional (FN) conformado por los acólitos de Colón y por quienes, desde la izquierda, pretenden gobernar con la socialdemocracia como referente. Pedro Sánchez, haciendo balance de su corta legislatura, tiene un proyecto de país y aprovechó su comparecencia en La Moncloa para sentirse ufano y satisfecho de lo hecho, levantando las iras y las críticas del «trifálico», tal y como calificó la ministra de Justicia a los componentes del también llamado «Trío de la Bencina», o sea, Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Aún circula por la red el escaso minuto que dedicó el líder de Compromis, Joan Baldoví, a relatar las tropelías del PP con la corrupción, cantándole las cuarenta a Pablo Casado.

A Casado, se le veía en la imagen, no parece haberle gustado la fecha dada por Pedro Sánchez. No le viene bien. La media de las encuestas le da un empate técnico con Ciudadanos, con un Rivera crecido, al que no le amargó subirse al fracaso de la plaza de Colón, codeándose con Vox, abonado a la Reconquista de España, a la crucifixión de los catalanes independentistas, a cercenar, cuando no acabar, con el estado de las autonomías, a cargarse la Ley de Género, etc. Como ha dicho Rivera, «diferentes ideologías, pero tenemos un proyecto común para España». Es como si el liberal Macron, presidente de Francia, le pidiera a Marie Le Pen (extrema derecha francesa) sentarse en la misma mesa para construir la Francia del futuro. Demencial. A la derecha, la imagen de Colón le puede suponer la pérdida de varias decenas de diputados, sobre todo de la colla del Partido Popular. Casado lo sabe y tiembla. Rivera, por encima. El desastre.

No lo tiene bien, tampoco, el PSOE de Pedro Sánchez, con muchas heridas sin cerrar, y al que le queda refundarse, como aspiran algunos «sanchistas», para cohesionar este centenario partido y que podrá hacerlo a partir de un radical proyecto social, político cercano a los ciudadanos. Sánchez, dicen, es la mejor versión de Zapatero con sus políticas sociales, algo que desquicia a la derecha, sobre todo al PP, que, en palabras de Casado, se olvidará de adentrarse en terrenos tan resbaladizos, para ellos, como el aborto, la dependencia, género, memoria democrática y otros. Ha sido muy claro y rotundo: Cataluña, Cataluña y Cataluña. Y que de aquí no me saquen.

Dicho lo cual, queda lo mejor: armar las listas electorales. Ciudadanos, como le ha pasado en Andalucía, carece de banquillo y echará mano de independientes, a poder ser universitarios. Vox lo tiene muy fácil: quien más haya insultado, tensionado o crispado en las redes, tiene fijo ir en las listas. Véase ejemplo de Ana Gil Román, la malagueña de Vox, responsable en el Parlamento Andaluz de la «Desmemoria» Democrática. Tela marinera. El PP tiene banquillo, gente con oficio, bien preparada; personas sensatas y serias (intelectualmente hablando), cabezas muy bien estructuradas, tipo Rafael Hernando y Celia Villalobos, pero (siempre hay un pero) con Pablo Casado dando entrada a sus cachorros, especialistas acreditados en bravatas y en mentiras; avezados artistas de la crispación («cuanto peor, mejor») y quienes, por un trozo de popularidad y titulares de prensa, capaces son de armar la marimorena y todo ello con tremendo descaro. Los socialistas, ya es sabido, andan a la gresca, con Barones en armas traer, vendettas no enterradas (Susana Díaz y otros) y con el «sanchismo» queriendo adquirir carta de naturaleza para colocar a sus candidatos. Veremos hasta donde llega. De Podemos, poco o muy poco. A Pablo Iglesias se le han sublevado los reinos de Taifa y están en la refundación. Si esta izquierda y la otra, no se arreglan, el «trifálico» al poder.