'Paseo marítimo de Torremolinos', por Bartolomé Florido

La pastilla de hierro me ha puesto como una moto ayer cuando sentí que las piernas me pedían marcha. Bajé por calle Marisol desde mi casa en la Leala al puerto de Benalmádena, seguí por el paseo de Torremolinos hasta el Hotel Pez Espada y si ese tramo no fuera lo suficiente para desfogar, me puse más marchoso todavía mientras disfrutaba La Carihuela y empalmé con el Bajondillo entre las rompientes de las olas de levante, pescadores con cañas, gatos y una infraestructura turística inigualable. Aún así me sentía pletórico y seguí alcanzando Playamar y pensando como Forrest Gump. Ya que he llegado hasta aquí, pues sigo hasta el hospital marítimo y así hasta que llegué a la frontera con Málaga donde el camino es terrizo poco antes del primer campo de golf de la costa. Yo volvía pero llamé a casa cuando el efecto del hierro cesó para que me recogieran. Todos, incluidos los perritos, me regañaron por mi proeza en casa. ¡Qué potencial tiene Torremolinos, qué maravilloso y qué poco lo valoramos los autóctonos! Aún así, hay que ser exigentes con nuestros

gestores políticos.