Olvido y Nacho, Alaska y Canut, en definitiva Fangoria, regresan el próximo sábado a Málaga, más concretamente al espacio que la Fnac tiene en Armengual de la Mota, para presentar ese doble álbum a modo de recopilatorio con el que celebran 30 años como dúo. Han reunido versiones de bandas de culto del indie pop patrio como Family o La Buena Vida y anteayer, en esa faceta como Dj Toulalan en la que intento demostrar los beneficios de la musicoterapia, estuve a punto de pinchar su adaptación del bailable Llorando por ti de Ku Minerva.

Sin embargo, en el último momento, di un giro de timón en la cabina y pulsé el play con Fiesta en el infierno, uno de los himnos que hace tres años Fangoria estrenó, y tuvimos la suerte de bailar en directo, durante las fiestas patronales de Fuengirola. En ese momento andaba pensando en que durante la tarde me habían propuesto volver este verano a actuar en la localidad también conocida como La Villa Blanca, pero por otra parte empecé a tender puentes entre el fútbol del actual Málaga CF y versos de la canción, como ese temido despertar del sueño.

Durante la semana algunos sentimos vergüenza ajena al saber de esa preocupación que existía en el seno del club blanquiazul, acerca del estado del césped del Cerro del Espino que ayer acogía el enfrentamiento ante el Rayo Majadahonda. Luego el míster, Juan Ramón López Muñiz, restó importancia a este aspecto y llegó a matizar que, después del partido copero que por la mañana iban a disputar en el mismo recinto las escuadras femeninas de Atlético de Madrid y Barcelona, habría que intentar ganar el partido «esté como esté» el verde.

Del infierno de la Segunda División no se sale de otra manera. Y ese mensaje no parece que esté hoy por hoy escrito a fuego en la mente de todos y cada uno de los integrantes de la plantilla malaguista. Ayer durante casi 80 minutos vimos (otra vez) a una escuadra ramplona, sin alma, de ese perfil que poco a poco ha ido sacudiéndose aficionados de las gradas de La Rosaleda. Por mucho que el equipo se haya podido mantener en la cabeza de la tabla durante meses, esa vanguardia no ha ido acompañada ni de un esquema de juego definido ni de un saltar a morder el césped «esté como esté».

Al contrario, la orquesta con demasiada frecuencia ha parecido estar de Fiesta en el infierno, salvo esas honrosas excepciones que han representado verdaderos obreros de este deporte como Adrián, Ricca, N'Diaye o el arquero Munir. Ayer tuvo que aparecer (otra vez) el primero de ellos para desatascar el embrollo frente a uno de los modestísimos de la categoría. Y después, lo de casi siempre, a evitar la zozobra, a implorar que no llegase en el descuento una igualada que hubiese alejado aún más al Málaga CF del liderato y del objetivo inmediato de devolverle la ilusión a las gradas de Martiricos.

Importa por supuesto ganar, pero no menos lo de ponerse el mono de trabajo, las formas, tener (y demostrar) equipo de Primera, como reza el himno. De otra manera, esperemos que no, tal y como canta Fangoria, la fiesta en el infierno podría acabar en «decepción», en el «final de un sueño».