En 2014 recorriste con dos amigos y el apoyo logístico de Gloria, tu mujer, la costa atlántica en una aventura inédita, peligrosa y envidiable. Salisteis de Córdoba y vuestra meta era Johannesburgo. Aterrizaste en carreteras en medio del desierto, superasteis detenciones ya que fuisteis confundidos en Burkina Faso con terroristas, uno de los tres aparatos tuvo que abandonarse debido a un problema con una de las ruedas€ Faltarían horas para narrar aquella aventura. Al tiempo coincidimos en Moclinejo y, viendo el material fotográfico que tenías de la aventura, decidimos montar una exposición en la sala municipal de Moclinejo. Un éxito.

Viajé contigo en un aparato como el que el martes provocó tu accidente en el pantano de Iznájar, y aquella vez rodeamos la Peña de los Enamorados de Antequera. Yo dejé sin latidos mi corazón y con varios nudos en el estómago. Eras arriesgado, ya que en eso consistía tu profesión y te has marchado volando, como te ha gustado vivir.

Organizaste varias veces en el Aeródromo de Antequera, tu cuartel particular, reuniones de amantes de autogiros. Luchaste por tu pasión. Ofrecías siempre muchas más opciones en el vuelo de esa libélula con motor que las que se les daba. "El autogiro, decías, no es para realizar bautismos aéreos; es un aparato de vuelo rápido, económico, de vigilancia, auxilio...". Estos debates acompañaban los almuerzos de algunos miércoles en la plaza de Moclinejo. Siempre había ideas; la próxima, un nuevo encuentro de autogiros de carácter nacional. Será, probablemente, un homenaje a tu profesión y a ti mismo.

Querían que fueras instructor de vuelo y estabas encantado. Unos cables se han cruzado en tu camino y ahora sigues volando. Cada vez que mire hacia arriba tendré un recuerdo para ti. Lo último que he sabido de ti es que el martes, a las 10.03 minutos, miraste el teléfono y quedó grabado en tu cuenta de whasapp. Justo antes de despegar. Vuela, Pablo.