El fallecimiento de George Mendonsa, protagonista de uno de los besos más divulgados de la historia del siglo XX gracias a la afamada fotografía de Alfred Eisenstaedt, en la cual plasma como un marinero besa de forma apasionada a una joven enfermera en Times Square (Nueva York) para celebrar el final de la Segunda Guerra Mundial, inmortalizando así el furor del amor venciendo a la guerra, me lleva a reflexionar sobre el poder de los besos.

En este gesto frecuente y generalizado se recrea un orbe químico muy arduo. Para las personas besarse no constituye un acto intrascendente, sino que genera una reciprocidad de emociones y efectos muy intensos asociados a la afectividad y a la ternura.

La investigación del beso ha llevado a científicos y académicos a confirmar, como lo hace Jean-Luc Tournier, autor de Pequeña enciclopedia del beso: no existe acción alguna que permita una implicación voluntaria del ser tan total como el beso. A través de la historia, los estudiosos afirman que a partir del beso se podían interpretar hasta los cambios generados en el sistema de valores, en religión y en política, llegando en este último caso a erigirse como un sello de juramento de fidelidad mutuo.

El vínculo del beso parece haber desaparecido en el Ayuntamiento de Málaga. La ruptura del acuerdo de investidura por parte de Ciudadanos al negarse el alcalde a cesar a sus concejales Pomares y Porras por el caso urbanístico de Villas del Arenal, define una situación compleja y enrevesada para Francisco de la Torre en su proyecto de continuidad como presidente del Consistorio, afectando también al apoyo que contaba para aprobar los presupuestos municipales. Decía el poeta francés Paul Géraldy: «El más difícil no es el primer beso sino el último». Anímense. Bésense más.