El fútbol compendia algunos de los conceptos cotidianos del hombre. Y como la condición física es primordial, priman la alimentación y el estado de forma sobre los demás, aparte de la inteligencia, las emociones y los miedos, que conforman el denominador común de toda actividad humana. El Barça lleva un sexenio llegando a febrero exhausto, por eso solo ha ganado la Champions de 2015, aun contando con Messi, y ha vivido mayormente de las rentas de la primera vuelta y de los errores ajenos para ganar cuatro Ligas en ese tiempo. Por el contrario, el Madrid de Pintus siempre llega fuerte a marzo aunque flojee antes. De ahí sus sombras nacionales y las luces europeas.

Y Benzema, por seguir ejemplarizando, exhibe ahora su mejor fútbol gracias a una preparación física envidiable basada en una dieta alimenticia singular. La pena es haber desperdiciado nueve años. En esto tiene razón mi amigo Ángel García, futbolero, que insiste en la importancia de los dietistas en el fútbol profesional y define hace años al gabacho madridista como uno de los tres mejores puntas del mundo.

Pero el fútbol también tiene la imprevisibilidad como esencia. Por esa azarosa razón, el Atlético ganó injustamente en Vallecas, el Barça necesitó de un penalti dudoso para imponerse al Valladolid y el Real palmó merecidamente ante el Gerona del excelente Eusebio en Chamartín -¡qué acierto cambiar de banda al murciano Portu para airear las vergüenzas de Marcelo!-. Y en todo caso, también esas cosas del fútbol terminan confirmando la ley física que decíamos la semana pasada de que el agua siempre va a lo hondo: esta Liga será del Barça porque se impuso desde el principio y a pesar de los altibajos está siendo el más regular de los tres tenores.

Tras esa jornada, el Madrid&Barça de marzo pierde parte de su interés; aunque ganaran los blancos, los tres partidos que deberían pinchar los azulgranas se antojan demasiados y el Atlético de Simeone tampoco está para asegurar nada. En fin, queridos forofos merengues y colchoneros, un año más los culés, y ya son demasiados, brindarán en Canaletas: ocho Ligas de las últimas once. Y a llorar al árbol, que dice tan oportunamente mi amigo Jesús Belascoaín, cuando de quejarse de infortunios en deporte se trata. La Liga siempre la ganan los mejores; suertes, árbitros y en este caso VAR incluidos.

Esta semana tenemos más Champions. El Barça de Valverde jugó anoche y hoy lo hará el Atleti. Los madrileños tienen un hueso demasiado duro de roer con los turineses de Allegri y Cristiano. El luso ha sobrepasado la veintena de goles este año y amenaza con repetir los cuarenta que tildaron de fracaso el año pasado los pesebreros florentinistas y los quijotescos españoles y que, sin embargo, tienen encumbrado en Italia al mejor goleador blanco de todos los tiempos. Debe ser por las irracionales emociones, que también son consustanciales al fútbol. En Madrid y en gran parte de España estaban hartos del egocéntrico futbolista después de diez años superando la cuarentena de aciertos, con puntas de sesenta goles, y en Italia envidiaban que jugaran en España los dos mejores del mundo del último decenio. De momento han conseguido al portugués y lo disfrutan.

El canguis o canguelo también es esencia del fútbol. Lo hemos visto en futbolistas brillantes acojonados en momentos decisivos -el propio Messi en Champions y en Mundiales- y en técnicos tirando a sus equipos para atrás en partidos cumbre -el mismísimo Guardiola en el Bernabéu alguna vez, aunque allí naciera también de su mano el mejor Messi como delantero total, sacándole de la cal de la banda derecha- y en directivos rajados ante decisiones sustanciales.