El hermano mayor de la Sacramental de Viñeros ha dimitido. Una noticia que no ha pasado desapercibida en el inframundo cofradiero. La salida de Leopoldo Guerrero, Poli, de su cofradía supone la generación de una incertidumbre que trasciende los asuntos internos de su hermandad. Ha sido y es Poli un tipo inquieto, de los que está siempre inventando. Lo intentó en la Agrupación, donde no prosperó por falta de entendimiento, con según qué esferas. Una lástima. Para unos, un visionario; para otros, un loco y para algunos un chaval con ínfulas. Me suena eso... Poli ha crecido en su hermandad, por eso parece que tiene que dejarse pisotear por 'los antiguos'. Pero no, esta vez no le ha salido bien la jugada a quien haya sido. Poli se ha plantado. No ha tolerado esa doble cara de cofrades que no han sabido irse y que, incluso, nunca supieron estar.

A Poli hay que desearle lo mejor, que no se aleje del mundo cofrade, que su cabeza es una máquina necesaria. Nadie creía en las agrupaciones musicales en Málaga, él tiró y apoyó la locura que fue San Lorenzo Mártir. Nadie pensaba en que Viñeros pudiera salir desde el interior de un templo, y lo consiguió, aunque eso supusiera morir con las botas puestas.

Con este episodio uno se da cuenta de que el mayor enemigo de las cofradías somos los propios cofrades. Esta ciudad no necesita mediocres en sus instituciones. Poli, como otros muchos hermanos mayores, no necesita de la gloria pasajera de llevar una vara dorada en una procesión. Hacen falta personas que piensen en el futuro, no en la próxima Cuaresma. Las hermandades malagueñas necesitan estrategas, porque la gallina de los huevos de oro un día se cansará y no valdrá todo. Hasta pronto, Poli.