Leo en la prensa que el Ayuntamiento de Barcelona tiene la determinación de mantener en su zoológico sólo los animales nacionalistas, perdón, autóctonos. De inmediato me ha venido a la memoria la casa de fieras del Retiro madrileño que iba a ver yo cuando era un niño en los tiempos de la postguerra, es decir, del franquismo más duro. Como serán pocos quienes los recuerden, los automóviles circulaban entonces con gasógenos, quemando leña, y a la hora de ir a la compra tenías que llevar la cartilla del racionamiento para que te diesen el cupo de aceite -una masa como de jabón lagarto- envuelto en papel de estraza. Pero volvamos al zoológico del Retiro. Lo más llamativo que tenía era una jaula con gallinas; es probable que todos los demás animales se los hubieran comido durante la hambruna de Madrid en los años de la Guerra Civil. Luego, con la restauración de una relativa normalidad, volvería a haber monos y cebras en el Retiro pero por poco tiempo; el que duró el zoológico dentro del parque más emblemático de todos los de Madrid. Las gallinas del Retiro serían autóctonas, supongo, con lo que cumplirían las condiciones que se quieren requerir en Barcelona. O puede que no pero seguro que los tigres, los leones y los elefantes eran importados; al exilio con ellos. Como autóctonas, lo que se dice autóctonas, hay pocas especies en la Península Ibérica, e imagino que las que sean, qué sé yo, de Doñana no cuentan para la alcaldesa de Barcelona por razones de extranjería culpable -son charnegas, vamos-, el cálculo deja en seis pájaros, dos anfibios, dos reptiles y un mamífero los inquilinos aceptables para el recinto de la Ciutadella. Por desgracia la noticia no entra en pormenores, con lo que nos quedamos sin saber de qué mamífero se trata. No sé, por ejemplo, si el burro tendrá carta de naturaleza suficiente. Con el gato pasa lo mismo pero ése es el problema de lo autóctono: rascas un poco y resulta que viene siempre de otra parte. Como no se trata de acosar a los ejemplares que sobrevivan en el zoológico de Barcelona con la prisión -figura tan controvertida en los últimos tiempos- se anuncia que en él no habrá jaulas. Qué bien. La pregunta que surge es cuánto durarán en él en esas condiciones los pájaros pero imagino que tampoco se trata de acosar con pejigueras a las autoridades municipales, ocupadas como están en la vuelta acelerada al carlismo que incluye, como primera iniciativa, borrar los rastros de la dinastía borbónica en toda la ciudad. Cabe esperar que se llame a la conciencia autóctona de las aves para que no den disgustos y si, pese a ello, salen por piernas (o por alas) siempre cabe echar la culpa a los tribunales. Seis pájaros, dos anfibios, dos reptiles y un mamífero quizá no hagan volar la imaginación de los niños de visita en el zoológico pero sin duda que curtirán su carácter. Todo sea por la identidad.