El 4 de marzo de 2018 acabó el periplo de Juan Ramón López Muñiz como técnico levantinista y, justo entonces, hace ahora 51 semanas, se abría la posibilidad de que volviera a entrenar a un Málaga CF que por entonces parecía abocado a este agujero negro que parece Segunda. Con el Levante tuvo el asturiano un esperanzador arranque liguero, con la misma inercia que él mismo había impuesto para conseguir la temporada anterior el ascenso a Primera. Pero llegó febrero y, entre la falta de gol y de victorias (15 partidos con nueve derrotas y seis empates), todo el trabajo se fue al traste.

Para esta campaña, Muñiz tenía aprendidísima esa lección. El conjunto blanquiazul comenzó como un tiro, con esos buenos principios que en una competición tan larga no tienen que resultar sinónimo de éxito. Su mensaje jornada tras jornada, pese a la sobresaliente situación clasificatoria, empezó a resultarnos hasta cansina. «No hay que mirar la tabla hasta marzo o abril», repetía. Y caló de tal manera su discurso, que hasta la mayoría de sus pupilos lo repetía a la hora enfrentarse al micrófono.

Y en estas llegaría la recta final de febrero, el soleado Domingo de Carnaval, con casi idénticos deberes por hacer que 12 meses antes con el Levante. Porque este Málaga que, como decíamos hace una semana, ha sacrificado en exceso el juego alegre que se le presupone a un claro candidato al ascenso, ya ha mojado hasta su pólvora. La prueba más evidente la representan por su actitud dos de sus arietes puros. Ayer, tanto el argentino Gustavo Blanco Leschuk, sustituido en el arranque de la segunda parte tras perdonar lo imperdonable ante la meta rival, como el ucraniano Yevhen Seleznyov fueron de los primeros futbolistas en abandonar esa siempre generosa Rosaleda.

Los números del último mes de competición han terminado por situar del lado de los pesimistas al más optimista de los aficionados, por mucho que Muñiz pretenda darle la vuelta a la realidad de este otro febrero para olvidar. Han sido cinco jornadas en las que se han sumado apenas dos goles, ambos de Adrián, en el empate contra el Almería y el agónico triunfo ante el Rayo Majadahonda. Sólo el Extremadura tiene una peor racha, con un único tanto. Se han sumado puntos, sí. Hasta siete. Pero las sensaciones frente al estado de forma de rivales directos por el ascenso como Osasuna o Albacete no son nada alentadoras.

Argumentaba Muñiz, después del cero a cero de ayer, que lo importante es el trabajo. Que destacásemos del empate el esfuerzo de los jugadores. Para justo a renglón seguido evidenciar la misma preocupación que murmulla la grada, acerca del estado de forma que aún muestra un Seleznyov llamado a cambiar tan pésimo guión ofensivo o de esa sequía de la que no parece salir Blanco.

Del primero espera el técnico que sepa manejar su cabeza y del segundo, «que no se la coma». Sin embargo, lo que sin demora espera ese millar de incondicionales que ayer protagonizó un nuevo recibimiento de los que hacen historia, es que cualquiera de los dos maneje mejor la pelota. El fútbol no se concibe sin gol. Ni tampoco un ascenso.