La flexibilidad mental es la capacidad para adaptarse a los cambios y al entorno, y es una garantía de equilibrio personal que nos mejora nuestra calidad de vida.

Es muy importante que nos eduquemos y entrenemos esta capacidad saliendo de la rutina, probando cosas nuevas sin sufrir la sensación de incertidumbre y adoptando perspectivas diferentes. ¡Un espíritu aventurero que nos haga dudar de la seguridad limitante!

Convivir en esta sociedad requiere fortaleza mental para la adaptación al cambio constante y favorecer la evolución. Gracias a estos cambios trabajamos la resiliencia, que es la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos de manera positiva a situaciones complicadas. De esta manera es más fácil reconocer las fortalezas y las debilidades, se genera una fuerza interior llamando a las dificultades oportunidades y mucha constancia para conseguir objetivos o metas.

Caer en el mismo problema una y otra vez resulta muy cansino para uno mismo y su alrededor. La sustitución de pensamientos e ideas ya ancladas y automáticas, la reflexión y el análisis de la situación, escuchar opciones diferentes y reconocer el error, son todas buenas opciones. No se puede buscar un cambio pensando y haciendo siempre lo mismo.

La rigidez mental provoca la pérdida de la libertad y se somete a mayor influencia del entorno. Que siempre se haya creído en una idea no significa que sea necesaria creerla para siempre y en ocasiones son nuestras ideas las que nos provocan frustración. Es muy importante ir modificando nuestros esquemas cognitivos a medida que vivimos diferentes situaciones, cambiar el carácter e ir adaptándonos según las circunstancias que vayamos encontrando en la vida. Una excesiva rigidez mental también puede ser una muestra de baja autoestima. ¡Creer y crear! Por tanto si estás estancado, ya sabes lo que te toca trabajar.

La flexibilidad mental se puede trabajar a diario y es muy importante que empecemos a educar a los niños desde pequeños.

¿Cómo sabemos si somos flexibles?

  1. Si ocurre algo inesperado (no hay pan en casa para el desayuno, el coche se estropea justo antes de salir de viaje, te dejas las llaves dentro de casa, te quedas sin batería, te olvidas del cumpleaños de tu hermana) eres capaz de buscar opciones, estudiar alternativas y decidir un plan.
  2. Si se te acumulan muchas cosas a la vez (te falta estudiar dos temas para el examen de mañana, tienes que ir a entrenar, tienes cita con el dentista y debes pasear al perro cuando llegues) eres capaz de hacerlas todas una a una, centrarte en cada una, pasar de una a otra sin dificultad y estar seguro de poder con todo.
  3. Si una persona se enfada (se aleja, manda un mensaje quejándose y explicando sus motivos, sube el tono de voz al hablar) y eres capaz de recapacitar poniéndote en su lugar, estudiando diferentes puntos de vista, buscando y entendiendo motivos. Si somos capaces de reflexionar sobre uno mismo podremos mejorar.
  4. Si te enfadas poco eres más flexible. Las personas que son menos flexibles se enfadan más a menudo, no aceptan la crítica y no se sienten muy bien con ellos mismos. La rigidez provoca más estrés, baja tolerancia a cometer errores y les cuesta más tomar decisiones.

¿Cómo podemos trabajar la flexibilidad mental?

  1. Tratar temas de actualidad en grupo donde cada uno exponga su manera de pensar. Favorecer el debate, la reflexión y el cambio de ideas a través de la escucha activa.
  2. Exponer un problema y trabajar los diferentes puntos de vista. Ponerse en el lugar de cada persona involucrada en la problemática.
  3. Enseñar a cuestionar y criticar con educación lo que parece cierto.
  4. Modificar los planes cotidianos con normalidad buscando la adaptación.
  5. Viajar y conocer otras culturas.

¿Es la verdad absoluta o relativa? ¿Es mi vida flexible o vivo en un continuo estrés rutinario? ¿Busco el cambio que quiero ahora?