En el baloncesto europeo no conozco muchos casos como el del francés del Baskonia, Vincent Poirier. Comenzó a jugar al baloncesto con 17 años porque un amigo le dijo que probara, «que era demasiado alto para ser futbolista». Llevaba 11 años dándole patadas al balón. Hace tres años alternaba todavía la PRO A con la N1 francesa, el equivalente a la LEB Plata en España, y en esta segunda temporada en nuestro país se está convirtiendo en todo un referente en la Liga y la Euroliga. Su progresión es constante y este «pivote a la antigua usanza» puede dar el salto a la NBA este verano o el siguiente.

Poirier nació en los altos del Sena de Paris, en Clamart. Un lugar donde en los años 60 las grandes plantaciones de guisantes dejaron paso a edificios y urbanizaciones, pero su camino no fue fácil. «Al nacer, ya media 51 centímetros y pesaba 4 kilos», recuerda en «Le Fígaro». Su madre Anne Laure recuerda que era, de lejos, el niño más grande de la guardería. Lo llevaba en los genes. Sus abuelos eran altos, su madre mide 1,88 y su padre, fallecido hace unos años, 1,90 metros. Un destino que no gustaba al pequeño Vincent. «Soñaba con ser pequeño o simplemente normal». Su paso por el colegio fue difícil. «Estaba acomplejado. Todas las mañanas miraba unas marcas que había hecho en las baldosas del baño para ver si paraba de crecer. En secundaria comenzaba a darme con la cabeza en las puertas y con 14 años ya calzaba un 47. Poirier ha pasado parte de su vida aprendiendo a vivir en un cuerpo XXXL, hasta que comprendió que también tenía muchas ventajas. La dificultad para encontrar zapatos de su número todavía la recuerda hoy. «Me gustaría tener unos Louboutin o Balenciaga pero sólo fabrican hasta el 49. Sé que en Dallas hay alguien que hace zapatos de lujo a medida, pero un par de Gucci cuestan más de 7.000 euros».

Poirier se ha convertido en un pívot duro, de los de antes, a pesar de que no le gustan las pretemporadas, ni correr y de que su ídolo en su juventud «futbolera» fue Ronaldinho. Todavía afirmaba hace unas semanas en la web de su equipo que le gustaría conocer al astro brasileño. El carioca llegó rápido al estrellato pero también se fue a esa velocidad. Vincent sólo piensa en seguir creciendo, paso a paso, con un destino firme: la NBA. Es un amante del país norteamericano, a donde se escapa con frecuencia, de hecho estaba en Nueva York la primera vez que Vincent Collet le llamó para la selección francesa. «Al levantarme por la mañana vi que había recibido muchos mensajes y llamadas perdidas en mi móvil. Lo primero que pensé es que había vuelto a meter la pata en las redes sociales. Me había olvidado que ese día salía la lista de la selección», comentaba a «Le Parisien».

Amante de la comida africana, con su cuerpo lleno de tatuajes, se hizo el primero hace 6 años cuando falleció su padre y es uno de los jugadores con más tatoos de la Liga. Entre ellos toda su vida tatuada en su brazo derecho; una balanza porque es Libra; un reloj porque el tiempo vuela; y una gran «P» en honor a su perrita Piwie, que se ha convertido en todo un personaje en Vitoria y ha participado hasta en algunas promociones del Baskonia. Vincent a calado en la ciudad y con el rapero francés «Bomba» en los cascos, Poirier se ha convertido en una de las referencias de este Baskonia después de las lesiones de Toko Shengelia y Jayson Granger. Los interiores cajistas tendrán un duro trabajo el domingo para pararlo. Si no lo logran, la victoria quedará más lejos y después de los últimos tropiezos la afición de la Costa del Sol ya empieza a necesitar alguna alegría para encarar con más entusiasmo los cruces de la Eurocup. Suerte.