No puedo evitar sentir rabia y pena, dos emociones que en definitiva forman parte de la misma moneda, al ver que mi país está enzarzado en una disputa territorial más propia del siglo XIX que del momento que vivimos en que todos nuestros esfuerzos deberían estar concentrados en salvar nuestro planeta.

Las izquierdas y las derechas, los traidores y los patriotas, los presos políticos o los políticos presos, el juicio, justo o no, en función de la mirada subjetiva de cada quién. Conceptos en los que nos perdemos o nos quedamos encallados. Y nos sumergimos en debates interminables que no llevan a ningún sitio. No hay una solución que no pase por escuchar al otro, ceder un poco y negociar. Pero nos cuesta horrores aceptar que cada uno de nosotros tiene su personal manera de ver y entender las cosas en función de la región y el ambiente donde se ha criado.

Estamos en Jaque contra nuestros propios intereses. Y prueba de ello es la no aceptación de los presupuestos de Pedro Sánchez, tan necesarios para un país que sigue afectado por la gravísima crisis económica de la era Zapatero.

Y mientras, con esa miopía crónica obsesiva, sólo hacemos que mirarnos al ombligo.

Ahora es el momento de cuidar la Tierra y de estar del lado de los buenos científicos, estrujándonos los sesos para proponer soluciones y ver cómo demonios superamos los efectos del cambio climático que afectan al planeta.

Este invierno no pasaron desapercibidos fenómenos tales como las heladas que ha sufrido parte de América en contraste a las altísimas temperaturas que se están registrando en otros lugares del globo como Australia. No quiero ser alarmista pero es que los hechos hablan por sí solos.

Los peores vaticinios de Al Gore se están cumpliendo; enormes sequías amenazan la supervivencia de millones de personas y fomentan la emigración en masa hacia el norte, a zonas del planeta más favorables a la vida. Los altos índices de contaminación afectan a la salud de millones de personas que viven en zonas de riesgo constante no sólo por la polución también por las altas o bajas temperaturas, la falta de agua potable, o por el peligro de tsunamis, terremotos, o huracanes cada vez más virulentos.

No nos engañemos, no podremos construir muros lo suficientemente altos y mirar para otro lado porque probablemente llegue un momento en que seamos nosotros mismos o nuestros descendientes más cercanos quienes estén tratando de atravesar esos muros.

A diario nos llegan imágenes terroríficas de ballenas varadas con las vísceras llenas de plástico y de osos solares desnutridos que buscan comida en las basuras.

¿Por qué hablamos todo el rato de temas territoriales y no dedicamos más que pequeños espacios a hablar de la supervivencia del planeta?, ¿hay algún partido político que esté dispuesto a liderar este asunto?

Hace años que escucho a algunos científicos afirmar que estamos a pocos años de la extinción y sin embargo parece como si la cosa no fuera con nosotros.

Somos una sociedad adormecida. Y siempre llegamos tarde a todo.

Simplemente con que se respetaran los acuerdos alcanzados por Naciones Unidas en el pacto de París. Acuerdo vigente desde noviembre del 2016. Pero lo políticos hablan mucho y luego caen en la inacción. Llevan décadas conociendo el problema y con los brazos cruzados.

Necesitamos políticos capaces de construir a largo plazo y así trasladar algo de esperanza a las generaciones venideras.